dejo con sumo cuidado mi lado del lecho
y contemplo tu sueño matutino en arrobo deshecho.
Me siento el rey del mundo, mortal afortunado
que con tu alma se ha fundido penetrando el cuerpo soñado.
Mis ojos saborean con amorosa gula la suave desnudez
que, entre sábanas, me ofrece de nuevo tu piel
y sólo acierto a exprimir de la memoria el zumo,
recordando como, unidos los dos, hemos sido sólo uno.
Suspendo un instante el hechizo de verte hermosa,
imagino salir al jardín y robar una rosa,
cuya vida sacrificada es muy poca cosa
si adorna con su mensaje la mesa de una diosa.
Regreso del sueño imaginado, me acerco en silencio a la cama,
con besos suaves te despierto mientras revivo las ganas.
Te desperezas. Tu cuerpo se tensa y cuando al fin despiertas...
vuelves a ser mi sueño húmedo. Mi felicidad empapada.
Lo sentí breve. Fue intenso, incomparable
y, como toda utopía alcanzada, inolvidable.
Pero... así fue. Ni efímero ni sorprendente.
De ayer y para siempre.
Hoy es otro recuerdo de amor.
Un regalo que no sufrirá nunca dolor.
Porque un amor tan grande y fuerte
no será vencido por la muerte.
FRM [30/08/2012]
(Imagen de archivo) |
Un recuerdo es imperecedero y jamás envejece ni muere...
ResponderEliminarHermoso versar.
Me cautivo.
Reme.
Estoy de acuerdo contigo, querida Reme. Gracias por tus palabras y emociones. Besos.
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