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Dibujo propio. Tinta china, 1975 |
Como tantas otras cosas,
él se alejó de mi vida,
renqueando, con esfuerzo,
sobre los bastones de sus notas.
Dejando el recuerdo
de una copla improvisada,
tal vez, por él compuesta
o por otro autor olvidado.
La vieja guitarra fue muleta de su alma
y ahora la tañerá en un bordillo del cielo,
agradeciendo las pocas monedas
que buenas almas depositen en su raído sombrero.
Yo era sólo su aprendiz
y creo que aún lo sigo siendo,
puesto que él me enseñó a caminar recto
casi sin poder hacerlo.
En el desgarro de su música,
arrancado en el rasgueo,
arrastraba un equilibrio
muy superior al del cuerpo.
Siempre te recordaré,
caminante de pasos inciertos;
privilegiada mente firme
y corazón hambriento.
Gracias por todo,
querido músico harapiento
que, con una sola pierna,
supiste caminar derecho.
FRM [09/09/2015]