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El "pasaporte" mencionado en el texto |
Nunca he conocido a nadie tan bondadoso y alejado de la violencia de cualquier índole como mi padre. Antibeligerante y pacifista por naturaleza y convicción, se vio envuelto, sin embargo, en la delirante contienda de la Guerra Civil española por causas generacionales y, por motivos geográficos, reclutado como soldado forzoso para defender la República, junto a otros muchos compañeros que sólo deseaban vivir en la paz más alejada de las armas que recibieron con repulsión y en contra de sus deseos y voluntad.
Hambre —cazar y comer una rata era un menú de lujo—, penurias sin cuento y algunos dolores cruentos, llenaron el anecdotario de sus recuerdos que tuve que reinterpretar, pues en su memoria nunca encontraron refugio rencores, odios ni resentimientos, sólo incomprensión. A diferencia de alguno de sus camaradas que conservó como amigos en tiempo de paz sometida y controlada que tuve ocasión de conocer posteriormente, en una infancia que retuvo sus fértiles semillas de ejemplar bonhomía.
Y me ha venido a la mente este capítulo de mi historia prenatal, al tropezarme con un documento ajado por el tiempo que, para algunos, no ha transcurrido desde 1939 en una especie de "memoria histérica".
Se trata del "pasaporte" para viajar —imagen de cabecera—, expedido por la Comandancia Militar de Enfesta (Coruña), en el que mi padre aparece relacionado en quinto lugar (Aniceto Rodríguez Ortega), entre los prisioneros de guerra liberados del Campo de Concentración donde estuvo recluido muchos de los últimos meses de la prolongada contienda, después de ser hecho prisionero, como mal menor.
Afortunadamente, hoy puedo contar esto, gracias a que los kilos que perdió por desnutrición no fueron compensados con el peso del plomo fratricida, bajo cuya dieta forzosa otros muchos sucumbieron sin descendencia que los pueda rememorar.
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Control de prisionero de guerra |
Afortunadamente para mi existencia y ejemplo, encontró trabajo... de camarero sin sueldo. Viviendo humildemente de las propinas, pero por suerte en el bar donde conoció a mi madre, modista, que era la cocinera... Y aquí estoy yo como resultado. Por cierto, jamás le oí una queja ni reproche contra nada ni nadie.
Con mi admiración y amor profundo a su recuerdo vivo y presente. Te quiero y admiro, papá.
FRM [14/02/2018]