El Rincón del Nómada

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La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)
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domingo, 18 de octubre de 2015

La mesa de la cocina

Mi copia facsímil de "La mesa de cocina" de Paul Cézanne. Témpera sobre cartón, 50x65 cm, 1966

En fecha tan entrañable como el día de mi santo, el 4 de octubre, se cumple cada nuevo aniversario de la marcha de mi madre en su último y largo viaje, y ya son dieciséis en la fecha en que esto escribo.

Por circunstancias muy personales, me han visitado los recuerdos de algunos pasajes memorables, de los muchos que compartimos durante su vida a la que debo la mía. Uno de ellos lo representa este cuadro que pinté y regresó a mí, cuando ella se fue, descolgado de la pared de su comedor donde permaneció inamovible durante muchos años.

Se trata de una historia entrañable de femeninos celos maternos en quien, a pesar de haberme enseñado todo lo relativo a "lo que tira más que las carretas", no asimiló bien que robara tiempo a mi ocupada agenda de trabajo y estudios para pintar, a la moza que entonces era mi novia, un cuadro reproduciendo en dos dimensiones un arlequín de las famosas cerámicas de Lladró que hacía furor decorativo en aquellos tiempos de 1966 en los que yo apenas tenía 18 tiernos añitos.

No me hizo el menor comentario, pero su expresión al verme sumido en la tarea, era todo un discurso de "envidia" contenida. Consciente de ello, le pregunté si quería que le pintase algún cuadro para ella... Obviamente su esperada respuesta fue entusiasta y afirmativa. Lo que después me sorprendió y, por qué no decirlo, me abrumó bastante, fue su elección de una de las versiones de "La mesa de la cocina" de Paul Cézanne, de cuya obra se confesó enamorada. No pude por menos que pensar "¡Madre mía!", en la doble acepción que la ocasión justificaba.

Pero, un compromiso es un compromiso y con la madre de uno, era mucho más. Así que me dispuse a enfrentarme al reto que se me antojaba hercúleo y de dudoso alcance, dada mi escasez de tiempo libre y, sobre todo, a mi inexperiencia y bisoñez en lides de tal envergadura...

Y quiso la traviesa fortuna que, poco después, sufriese un accidente deportivo que me produjo una lesión por derrame del líquido sinovial en una rodilla, lo que me obligó a prolongada inmovilidad hogareña durante la convalecencia... Ya no tenía excusa ni escapatoria.

En consecuencia, armado de un cartón y un limitado surtido de tarros de témpera —apenas los colores básicos—, me puse manos a la obra y la imagen que hoy cuelgo en este rincón, es la de aquel cuadro que tanto emocionó a mi madre y que, anecdóticamente, firmé por primera vez como "Francisco", aunque ella nunca me llamó así.

Un beso enorme, mi querida y recordada mamá.

FRM [18/10/2015]