El Rincón del Nómada

El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)

domingo, 23 de junio de 2019

De olores a fragancias

Pitia, la sacerdotisa de Delfos. John Collier, 1891

Dime, mujer,
tú que fuiste y eres
la Pitia de mis sueños.

Tú que abriste
mis cerradas puertas
de goznes oxidados
y herrumbrosos.

Tú que me impides
cerrar los ojos
a la intensa vida
desbordante.

Tú que tienes
mis respuestas para todo...

Dime, mujer,
cuál es el misterio
que transmuta
lo ordinario en excelso.

Qué clase de magia
anida en un cuerpo
que convierte
la percepción
de ofensivos olores
en fragancias de ensueño.

Sudor reciente,
húmedo sexo,
dorada orina fresca...
escatológicas secreciones
repudiadas con rechazo
y que, con gesto repulsivo,
en general, del prójimo apartan.

Qué clase de magia, repito,
transforma excepcionalmente
tales emanaciones
en aromas embriagadores
de elixir y néctares
para los más excitantes
y afrodisíacos sentimientos
que turban las emociones.

A ti acudo
¡Oh, Pitia!
En busca de la respuesta
que sacie mi sed y mi hambre
de saber.

FRM [18/06/2019]

jueves, 13 de junio de 2019

Tótem y tabú

Un tabú impuesto como limitación de la comunicación abierta y fluida que demanda la salud del amor, es un tumor maligno que puede ser silenciado y exigirse el acatamiento de la ley del silencio, pero eso no lo convertirá en aceptado ni comprendido.

Siempre será una dolorosa herida infectada e infecciosa que se ha cerrado en falso por exigencia impuesta, pero mantendrá intacta o creciente su capacidad de dañar gravemente el resto del organismo. Permanecerá viva y supurante, con el riesgo de extenderse en metástasis irreversible en el futuro, aunque se finja la pretensión de ignorarla. Negar la realidad no la evita ni modifica.

Ocultarse y ocultar la imperiosa necesidad sanadora de abrir y limpiar profundamente la peligrosa herida es la forma de provocar que empeore con consecuencias siempre más peligrosas que su existencia inicial.

Limpiar a fondo para cicatrizar adecuadamente es la única solución saludable y constructiva que asegura la salud de lo que realmente importa y más si se supone que la causa de la perniciosa herida, no importa en absoluto (por muy totémica que pueda ser) o debería importar menos que la salud global de un gran amor que se desea mantener a salvo de todo daño y hacer perdurable.

En toda relación que pueda sufrir perturbaciones indeseables, no hay medicina ni terapia más eficaz que la sincera, serena, honesta y transparente comunicación sin límites ni limitaciones.

FRM [13/06/2019]

"Símbolo totémico". Mirada metafórica, recordando a Freud

miércoles, 12 de junio de 2019

HAWA

"Hawa", la última novela de Diego Armario López

Diego Armario López es un maestro, aunque no ejerza como profesor. Es un maestro porque cada una de sus obras literarias enseña algo importante a quienes estén dispuestos a aprenderlo. Y es que nada como el ejemplo de rigor, documentación y emoción con los que es capaz de crear sus novelas que van más allá de un mero relato de ficción para disfrute de momentos de ocio.

Hawa, su última y apasionante novela es buena prueba de lo afirmado. Hawa no se lee, se vive. Se siente, se sufre, alegra, entristece, emociona en suma; provoca sentimientos, evoca sensaciones táctiles, auditivas y visuales, olores y colores, en una suerte de sinestesia literaria.

«Hawa tenía unos ojos grandes, una sonrisa sincera, dientes muy blancos y labios gruesos, y esa carta de presentación facial la convertía en alguien que le inspiraba un montón de cosas buenas. Parecía sinceramente interesada en escuchar lo que él decía, y le transmitía con esa mirada una sensación de confort que no quería que desapareciese. Su condición de solitario vocacional no estaba siendo violada porque lo que no soportaba era que alguien se metiese a fisgonear en su vida, pero esa noche Hawa se había convertido en un ser inocente que parecía haberse prendado de su voz, su palabra, su experiencia y su inteligencia. Esa era una sensación nueva para él, que no alcanzaba a recordar ningún momento similar en su vida».

El entrecomillado párrafo precedente pertenece a la citada última novela de Diego Armario, "Hawa", la cual, además de ser una buena muestra de su maestría literaria, me ha recordado alguna de las charlas privadas que hemos mantenido al amor de una buenas cervezas, hablando de sus "trucos" para elaborar los temas y tramas de sus obras y, sobre todo, de la cuidada y creíble creación (construcción) de sus sólidos y seductores personajes.

Y, la verdad, es que no hay truco alguno. Lo que Armario posee es una capacidad de observación analítica prodigiosa que le permite almacenar en la despensa de sus materias primas los diversos perfiles humanos que se cruzan en sus variadas singladuras. Memoria y técnica.

Así, cuando se pone a los fogones de su creatividad, va sobrado de materiales para cocinar esos geniales platos de ficción, sabrosos, diferentes y deliciosamente nutritivos. Diego es un verdadero "master chef" de la literatura.

No es la primera vez que tengo ocasión de valorar ese "algo" que me fascina de este autor que, si no lo estaba ya, se consagra con esta 13ª obra. Es, como he mencionado, esa capacidad asombrosa de dotar de vida propia, sólida y creíble, a todos los personajes de sus novelas. Hawa es la cuarta novela que he leído de este serio escritor y, como es habitual, no me ha decepcionado. Todo lo contrario.

Cada uno de los personajes de Hawa, son seres humanos que existen más allá de las páginas impresas. Personajes que se encarnan en el alma del lector. Con ellos, recorremos escenarios que la rigurosa documentación y capacidad descriptiva de Diego Armario nos hace descubrir, conocer y comprender. Estamos, nos sitúa, frente a un grupo humano cuyos perfiles psicológicos y comportamientos son brutalmente descritos con enorme riqueza de matices y, por ello, empapados de la más incuestionable lógica en sus comportamientos y reacciones, tanto en su grandeza como en sus miserias.

Su principal protagonista Juan López Astudillo comparte escenario con un conjunto de interesantes personajes que ponen en evidencia descarnada sus conflictos internos y complejas contradicciones que le llevan a colaborar, codo con codo y arriesgando su vida, con quienes representan lo que más odia y desprecia, y entre los que, paradójicamente, encuentra las únicas tres personas a las que llegará a valorar y apreciar sincera y hondamente.

Y, llegado a este punto, abro un paréntesis en esta crónica de un lector, profundamente apesadumbrado por la reciente noticia que he recibido mientras la escribía y que, por desgracia, no pertenece a la ficción novelesca. Ayer leía con horror al propio autor de la novela, las palabras que reproduzco a continuación, respetando la autoridad de quien conoce muy bien los tormentos a los que está sometida Mali, la tierra de Hawa:

"Ayer sonaron en mi mente gritos, disparos y el ruido de los machetazos que en el pueblo de Sobane-Kou, se llevaron por delante la vida de un centenar de hombres, mujeres y niños a manos de gente sin alma que en nombre del odio, de la droga o de un Ser en el que creen y al que utilizan como coartada para justificar sus maldades, sembraron la muerte en Mali. [...] ese (es el) ambiente de un pueblo que espera sin motivo que un día algún dios se fije en ellos y les bendiga con una lluvia leve de suerte y bondad, porque solo conocen el olor a pólvora quemada, los llantos de las madres sin hijos y los cantos funerarios de sus ancianos [...]."

Contengo el dolor para regresar al contenido de la novela comentada y subrayar que ese ambiente se percibe y masca en el texto de Diego Armario que retrata a la perfección el sabor acre y cruel de la presencia del terrorismo yihadista en una tierra dejada de la mano de cualquier dios.

Porque en la novela, el terrorismo de un grupo de Al Qaeda del Magreb islámico, es la argamasa que une las piezas de un puzzle "a priori" inverosímil, formado por un viejo comunista resentido, con los miembros del CNI y altos cargos políticos y eclesiásticos, además de otros personajes que se juegan la piel por la única retribución del amor al prójimo.

En definitiva, una sólida historia apasionante que emociona y atrapa al lector desde la primera a la última página.

FRM [12/06/2019]

martes, 11 de junio de 2019

Un ocaso y una posibilidad

Pedro Crespo Refoyo, filólogo, profesor y escritor

Para mi fraternal amigo Francisco R. Mayoral, entre OTROS

POSEEN PARA MÍ LOS OCASOS una dulcedumbre especial.

ACASO se deba a mi inclinación nocherniega de natural. El atardecer, manso como una cordera joven y virgen, es la antesala de lo oscuro y el despliegue de lo neutro luminoso. Cuando atardece, el día se entrega en cuerpo y alma a su mortaja delicuescente, almidonada, preñada de inquietudes y rumores: poblada de seres y tinieblas invisibles.

ES LA hora que más quiero. La hora en la que todo mi ser inició la partida, desde el seno materno, hacia este mundo: a finales del invierno de 1955, un atardecer, roto en nieves y fridoliento, de un miércoles 9 de marzo, en el que llegué a ver la luz, muy al borde de la media noche. En ese meridiano nocturno y noctívago. De esos atardeceres, con querencia nocturna, vengo yo. Y mi mundo es este de crepúsculos, de melancolías encendidas, muy a flor de piel; melancolías que invaden el alma y hacen nido propio en ella, entre rubores y ópalos, al amparo del cromatismo difuso y confuso.

IMAGINO, a veces, que es la hora de amar y del amor. Que en esa fusión de luz y sombra, las almas se entrezuzan y se encuentran, se fusionan, se hacen una sola; una sola sombra, una sola sombra anímica, dulce y larga: interminable, inconmensurable. La sombra de la luz que acaba y se entrega al seno de la noche oscura para ser una en ella. Esa sombra que renacerá multiplicada y limpia: con la renovación de lo resucitado y revivido. En ese ser y no ser. En ese ser para ser y dejar de ser en pura entrega, en la celebración de su autoinmolación. Sacrificio incruento de la luz y la sombra... ¿O es sangre, postrimerías cromáticas, esos regueros de luz menstrual, de arábigo atambor, ese sortilegio de fuegos encendidos con que se pinta los labios lucidos la tarde cada día: entre el naranja y el berenjena, entre el rubí y el bermellón, entre el carmesí y el almagre o el malva y el nazareno oscuro?

Y, A VECES, imagino --más bien veo, entreveo-- una pareja de la edad de los crepúsculos, con el corazón de los albores, paseando quedamente entre beso y beso. Mirándose a los ojos, entresoñando, en silencio, y comprendiéndose: lo dicho y por decir... Y volviendo a unir sus bocas como la luz entrega su alma a las palmas de la sombra del asombro asombrado. ¡Ah, tiempo de entretiempo y de penumbra entre dos luces, luz de ocaso y sombra de anhelo incierto! Oh, luz de mis dolores y de mis plenitudes.

♧ pedrocrespo, madrid, sábado 8 de junio de MMXIX