Tiempos en los que, cogidos de la mano de nuestra represión, nos refugiábamos en lugares donde la luz, poco hecha, se agazapaba en cuclillas para poder acariciar muy bajito… como a lápiz.
Tiempos aquellos que condenaban la masturbación, a pesar de fomentarse el amor propio.
Tiempos en que la palabra sexo sólo era sinónimo de género porque no se nos permitía sexo de ningún género.
Tiempos de arte amputado, en los que el único desnudo femenino era el manco de la Venus de Milo.
Tiempos de frigidez llena de calenturas.
Tiempos grises, color policía, cuando no escandalizaba al público que un beso en la calle fuese penado como delito de escándalo en la vía pública.
Tiempos de hipócritas horarios malditos, cuando había que pecar antes de las nueve para estar en casa a las diez.
Tiempos de amor penalizado, sexo comprado y culpable onanismo ocultado.
Tiempos de almas interiormente secas y ropa interior mojada.
Tiempos de preguntas sin respuesta y respuestas cargadas de incógnitas.
Tiempos en los que a lo impuesto se llamaba «el» orden, confundiendo el género del artículo.
Tiempos paradójicos, aquellos... mis tiempos.
FRM [noviembre, 2005]
(Con cariño solidario para todos los que fuimos niños en los años 50... o lo intentamos).
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(Foto de archivo del maestro Catalá-Roca) |