En llegando estaba al pie de sus recios y vetustos muros, con lo que pude observar y percatarme que de un convento se trataba y que la torre avistada no era sino la obligada espadaña. Acerquéme a pedir cobijo, avisando por el torno junto a la entrada, sin otra intención que la demanda de descanso y alivio de la sed y apetito que la caminata habíanme producido, a riesgo de romper la sagrada clausura de las santas mujeres que allí recluían sus hábitos y benditas oraciones.
Al poco, fui discreta y amablemente atendido por la susurrante voz de la hermana que al presentarme se identificó como Sor Dina y con la que, en cómplice y para ella añorada cháchara, llegué a un feliz acuerdo que, por ser otra historia, para otra ocasión reservo, puesto que, si de tiempo y salud dispongo, de toda la congregación daré cumplida señal.
FRM [08/12/2014]
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(Foto propia. Monasterio de Santa María la Real, Aguilar de Campoo) |