El Rincón del Nómada

El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)
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jueves, 5 de enero de 2017

El síndrome Gollum

El hobbit Smigol trasmutado en Gollum

Seguramente no es nada científico el título que he asignado a estas reflexiones, pero tiene toda la belleza de lo literario y siento que J. R. R. Tolkien se merece mi homenaje por su inolvidable universo de "El Señor de los Anillos".

Han pasado ya más de treinta años desde que descubrí la Tierra Media y me sentí inevitablemente inmerso en las emocionantes aventuras de la "Compañía o Comunidad del Anillo", así como en la historia de Bilbo Bolsón "El Hobbit" y el marco de referencia detallado en "El Silmarillión".

Frodo y Samsagaz
Muchas son las enseñanzas contenidas entre las líneas de lo que parece una simple, aunque colosal, construcción literaria de ficción mágica... "de espada y brujería", podría decirse. El valor de la amistad y la solidaridad, más allá de las diferencias de origen e identidad. La eterna lucha entre el bien y el mal que no admite descanso. El triunfo de la voluntad sobre las tentaciones. La importancia de la lealtad inquebrantable, personificada por el honesto y fiel Samsagaz. La rebelión de la Naturaleza ante el maltrato, encarnada en el Ent Bárbol y sus reflexivos compañeros, lentos pero seguros e inexorables. La fuerza de la magia blanca ante el poder de la negra...

Pero, si algo me llamó poderosamente la atención en los libros y posteriormente en la excelente recreación cinematográfica de la trilogía de Peter Jackson, fue el apasionante personaje del pobre hobbit Smigol, el mediano transmutado en el repulsivo Gollum, por obra y desgracia del maléfico poder del Anillo Único. Ese ser viscoso que siempre exhibe su amable y untuosa sonrisa ante los demás, hasta que se queda solo consigo mismo.

Y de esta peculiar criatura, lo que ciertamente ha centrado mi atención es la compleja psicología dual del personaje que, con su doble personalidad en constante conflicto, nunca dejó de inspirarme una gran ternura llena de compasión, además de una innegable atracción a pesar de los evidentes motivos de repulsión.

"Mi tesorooo..."
Preso de sus conflictos internos, Smigol sufre profundamente con el debate abierto entre su conciencia y sentimientos de respeto y afecto hacia Frodo Bolsón, frente y contra el odio y ambición que alberga en su interior el malvado, egoísta, tóxico y manipulador Gollum para quien sólo importa su "tesoro" por encima de todo...

Una gran enseñanza para quien quiera verla y extraerla de un ente de ficción que encarna simbólicamente la doble naturaleza humana, como también fue magistralmente reflejada en la obra "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde" de Robert Louis Stevenson.

Sin embargo, a diferencia del cruel, despiadado y terrorífico Mr. Hyde, el sentimiento de compasión y sincera piedad que me inspira el Gollum se impone y prevalece sobre la perversa pretensión de sus planes y acciones, quizá porque su yo primigenio, Smigol, es la primera víctima inocente de sus maquiavélicas manipulaciones.

Puede que sea por ello, por lo que me enternece e intriga el fascinante personaje dual de Smigol-Gollum, tan significativo en la saga de "El Señor de los Anillos", hasta el punto que mi insaciable curiosidad me condujo a solicitar un posible diagnóstico del trastorno psicológico que tortura a este ser y a quienes tratan con él.

Y fue mi amiga Lorena Gilsenka, psicóloga profesional, quien me aportó con sus conocimientos otra de las enseñanzas a acumular a las mencionadas anteriormente.

Copio y pego literalmente sus expertas palabras:

"...el conflicto que se ve es parte de la lucha de la naturaleza humana.
Ahora, si dicho conflicto se convierte en una lucha obsesiva entre el ser Smigol o Gollum, podría considerarse un trastorno límite de la personalidad, donde las personas a menudo presentan incertidumbre acerca de su identidad y, como resultado, sus intereses y valores pueden cambiar rápidamente. También tienden a ver las cosas en términos extremos, o todo es bueno o todo es malo. Sus puntos de vista sobre otras personas pueden cambiar rápidamente. Una persona que luce admiradora un día puede lucir despreciativa al siguiente día. Estos sentimientos súbitamente cambiantes a menudo llevan a relaciones intensas e inestables."

Excelente y certeramente preciso retrato de una realidad que algunos hemos vivido, reconocido y sido testigos de su aceptación por parte de la persona que sufre el trastorno mencionado. Algo que, como en la historia de Tolkien, sufre el que lo padece y hace sufrir a los que le rodean.

FRM [05/01/2017]

jueves, 25 de diciembre de 2014

La "Humanísima Dualidad"

Foto propia. El pequeño tesoro de mi "Biblioteca Pulga"


En mi presente, no tengo pudor ni reparo alguno en admitir que de pequeño fui lo que podría considerarse un niño "rarito", fruto de una profunda timidez que se alimentaba de los placeres solitarios y sedentarios del dibujo y la insaciable lectura precoz.

Ello me aportó una impecable imagen ante mis padres y profesores, ya que no daba ninguna guerra, al estar siempre absorto en una de mis dos actividades favoritas y sacaba unas notas que han hecho que mis hijas me considerasen como un marciano al ver mis cartillas y libretas de calificaciones que atesoró mi madre en vida y aún conservo como reliquias, entre satisfactorias y casi vergonzantes por recordar al "repelente niño Vicente".

Adelantándome a lo que pensará algún lector de estas reflexiones, acepto de antemano que ahora soy un adulto igual de "rarito" que ha aprendido un poco a disimular su ancestral timidez genética gracias a una cierta seguridad, adquirida por medio del hábito adictivo de la lectura que, como es sabido, es condición necesaria, aunque nunca suficiente.

Lo antepuesto se justifica porque en los años 50 del siglo pasado, existía una maravillosa colección de libritos, publicados por Ediciones G. P. de Barcelona, bajo el sello genérico de Pequeños Grandes Libros de la ENCICLOPEDIA PULGA. Lo de "grandes" definía con todo rigor a la selección de autores y obras. En cuanto al calificativo de "pequeños", aludía a su minúsculo formato de 10x7,5 cm, casi como un paquete de cigarrillos.

No menos pequeño era su precio, barato incluso para la época, puesto que oscilaba entre 1,50 ptas. (0,009 €), hasta el más caro, en tapa dura, por 10,00 ptas. (0,06 €), pasando por 5,00 y 8,00 ptas. (0,03 y 0,048 €), según el número páginas y consecuente grosor del volumen.

Este alarde editorial se vio superado en asequibilidad por otro editor avispado, S.A.E.G.E. que trató de competir, inútilmente por cierto, en ese nicho de mercado con su propia colección, llamada BIBLIOTECA PÍLDORA, con un formato aún más pequeño (8,5x6 cm) y al precio redondo de 1,00 ptas. (0,006 €). Aunque, por lo que recuerdo y conservo, con un menor fondo editorial clásico y más enfocado a la publicación de biografías de personajes históricos. No me acuerdo si tuve más, pero, a los años y mudanzas, sólo han sobrevivido cuatro títulos que conservo en mi poder: Mata Hari, Mademoiselle Doctor, Isaac Peral y Rasputín.

Todas estas joyas las vendían las "piperas", maravillosas especímenes del ecuador del siglo pasado. Estas encantadoras señoras mayores, casi ancianas hadas madrinas, hace tiempo que se extinguieron, desapareciendo de las calles y parques de Madrid, igual que las tradicionales castañeras y las que vigilaban la puerta del lavabo de señoras en bares y restaurantes. Lamentablemente, no tuvieron relevo generacional.

Pues bien, en aquellas cestas casi mágicas que se ofrecían a nuestros embelesados ojos infantiles, se mezclaban, en placentera orgía de color, sabor y saber, golosinas y chucherías de toda índole; desde caramelos, chicles y gominolas, hasta regaliz y "paloluz", pasando por los sobrecitos de picante "sidral",  las insólitas pastillas de "leche de burra" y los históricos cigarrillos de anís, elemento esencial que compartía la sombra del bigote incipiente para el ancestral rito de paso a la adolescencia. Allí, en aquel cuidado contenedor de mimbre con impolutas puntillas, convivían todas las sabrosas delicias con el tabaco para adultos que se podía comprar por cigarrillos sueltos, los librillos de papel de fumar y las imprescindibles cerillas que podían usarse también para los ruidosos petardos, sus vecinos que competían en la cesta con los escandalosos "garbanzos" que explotaban sólo por impacto a los pies de las chicas a las que queríamos llamar la atención en un burdo despertar a la sexualidad. Y, entremedias, anacrónicos, pero perfectamente aceptados, se encontraban los queridos libritos antes mencionados.

Ni qué decir tiene que este "rarito" que hoy se confiesa, invertía en ellos hasta el último céntimo de sus pagas semanales y propinas varias, dejando de lado los placeres degustables de las "chuches", si el presupuesto no daba para todo... que no daba. Las prioridades estaban claras en mis pasiones infantiles...

A estas alturas del relato autobiográfico, releo lo escrito y me percato de que alguien puede preguntarse con razón: "¿Y qué tiene que ver todo esto con el título de la historia?"

Pues, mucho. Aunque seguramente me he dejado arrastrar por mi romanticismo crónico e incurable y el recuerdo nostálgico y entrañable de una época de mi vida que me ha marcado hasta hoy. No descarto, como causa complementaria, mi bisoñez de aprendiz de narrador que conduce a un soliloquio, posiblemente alejado del interés del posible lector y del tema central que pensaba abordar en su inicio. Mis disculpas por ello, pero es lo que hay.

La cuestión es que, gracias a los citados libritos, pude descubrir, disfrutar y aprender de las historias de autores tan heterogénos y fundamentales como: Homero, Dostoyewski, Fernández Florez, Bécquer, Wilde, Pemán, Delibes, Tirso de Molina, González Ruano, Valle Inclán, Jardiel Poncela, Cervantes, Cicerón, Malory, Walter Scott, du Mourier, Lewis Wallace, Verne, London, Gogol, Melville, DickensDefoe, Allan Poe, Conrad... Y otros muchos, menos conocidos pero no menos enriquecedores.

Intencionadamente, he omitido en la enumeración anterior a uno de mis autores favoritos y estrechamente vinculado a la idea que ha dado origen a este relato, quizá ya demasiado extenso. Se trata del gran Robert Louis Stevenson.

Muchos son los títulos que he leído, y vivido imaginariamente, de la obra de ese maestro eterno, pero recuerdo la intensa huella indeleble que me produjo, en aquel lejano tiempo, el brillante estudio psicológico contenido en su terrorífica novela "EL EXTRAÑO CASO DEL DOCTOR JEKYLL Y MR. HYDE".

Es evidente que, en aquellos tiernos años de mi vida, no estaba preparado para profundizar intelectualmente en el alcance del mensaje de esa novela que he releído innumerables veces y de la que acumulo ediciones diferentes y posteriores a la de la Biblioteca Pulga. Pero lo que sí recuerdo es que, ante el misterio insondable del dogma de la "Santísima Trinidad", se me mostró con meridiana claridad para la mente infantil la evidencia comprensible de la "Humanísima Dualidad" que hoy me ha traído a peregrinar por este largo recorrido retrospectivo entre los vericuetos de mi precoz afición a la lectura que, hasta hoy, permanece viva e insaciable.

Creo que la terrible dualidad que Stevenson presentó magistralmente con el dramático conflicto entre el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, sólo se ha expuesto en el ámbito de la ficción con igual fuerza y nítida claridad en la saga fílmica "La Guerra de las Galaxias" de George Lucas. La conocida parábola de la eterna lucha de poderes entre el fuerte y seductor "Lado oscuro de la Fuerza" contrapuesto al "Lado luminoso de los Jedi".

Y es que ambas naturalezas anidan en el interior de cada ser humano. Ángeles y demonios permanecen agazapados en el corazón de todos y cada uno de nosotros, en una lucha sorda y sin cuartel, en la que, en primera instancia, parece que tiene más fácil la victoria el "lado oscuro", no por ser más fuerte, sino porque resulta más rápido, fácil y seductor, aunque sus victorias dejen un sabor amargo en la conciencia y náuseas avergonzadas en el corazón... y ojalá siempre sea así. Porque, si aún se sienten esas acres e ingratas sensaciones ante ciertas "victorias", todavía cabe la esperanza de un reencuentro con lo mejor de nuestras capacidades.

La batalla no es con otros, está dentro de cada cual y en esa intimidad  interior hay que librarla, sin ceder al placer inmediato del señuelo de falsos y dañinos éxitos o triunfos externos que nos alejan de nosotros mismos.

No es una guerra breve ni fácil. Pero, por mi parte, espero y deseo no rendirme nunca.

¡Que la Fuerza nos acompañe a todos en 2015!

FRM [25/12/2014]

(Dedicado con amor y contrición a cuantos he podido dañar con la fuerza del poder de mi lado oscuro. Perdonadme)