El Rincón del Nómada

El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)
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martes, 3 de abril de 2018

Tertulias en el Gijón

Este nómada con el maestro y poeta Javier del Prado Biezma. Fotografía de Almudena Mestre, (06/02/2018).

«A finales del siglo XIX, una isla en forma de café literario y de salón de aparecidos se desprendió del mundo. Desde entonces vaga congelada en el tiempo a merced de las corrientes de la historia por los grandes paseos del Madrid imaginario, donde suele encontrársela varada y luciendo la bandera del Café Gijón, a pocos pasos del palacio de la Biblioteca Nacional. Allí espera, dispuesta a salvar del naufragio a quien llega a ella sediento de espíritu o de paladar, como si fuese un gran reloj de arena a la deriva, donde por el precio de un café el más pintado puede mirarse en el espejo de la memoria y creer, por un instante, que vivirá para siempre.» (*)

Y hasta esa isla navego, siempre que puedo, para calmar mi sed de saber y amistad que renace en su cripta todos los martes, menos las fiestas de guardar. Allí me siento —en sus dos acepciones— como un moderno Robinsón que aprende a sobrevivir sin ahogarse entre las mareas de las letras y el pensamiento, bajo la batuta del escritor Justo Sotelo que oficia de gran protagonista como sacerdote pagano en el rito semanal, remedando el aire profesoral en el que siempre se envuelve y no puede evitar respirar, ante la inmejorable compañía de sus invitados esporádicos y la de todos los entrañables asistentes habituales, de los que han surgido varios de mis mejores y más valorados amigos.

Todo un enriquecedor placer en un par de horas que desaparecen del reloj y, a veces, se prolongan informal y amigablemente con los menos apresurados.

Se disfruta mucho presente y futuro en ese ambiente cargado de pasado del Gran Café Gijón.

FRM [02/04/2018]

(*) Carlos Ruiz Zafón, "El laberinto de los espíritus".

domingo, 21 de diciembre de 2014

El Café Gijón

Este nómada saliendo del mítico Café Gijón

Hay lugares que rezuman algo especial. Algo que impregna y empapa las paredes y permanece incrustado en la reverberación luminosa de sus lámparas. Algo difícilmente definible y condensado en cuadros, antiguas noticias enmarcadas, columnas que sujetan firmemente un pasado incomparable y abarrotado de inteligencia, talento, arte, creatividad y anécdotas de tertulias infinitas y genios eternos.

Ya van quedando pocos lugares así. Enclaves venerables a los que la tradición convierte en monumentos de cultura esculpidos con los recuerdos de mil y un nombres ilustres que se amontonan sobre la piel satinada de las mesas, como sabrosas energías sutiles de quienes conservan y cultivan el paladar refinado para generarlas, percibirlas y degustarlas.

Uno de esos indefinibles sitios es el madrileño Café Gijón que alberga literatura y poesía desde hace más de 126 años. Fue fundado el 15 de mayo del año 1888 por un asturiano afincado en la capital llamado Gumersindo Gómez (algunas fuentes lo mencionan como Gumersindo García). El Gran Café Gijón, a pesar de sus modestos comienzos a finales del siglo XIX, pronto se convirtió, tras la guerra civil española, en un famoso lugar de tertulia literaria y reunión de intelectuales y artistas de la época del régimen de Franco, y la transición española. Su ambiente en la posguerra fue magistralmente retratado por Mario Camús en la película "La Colmena", basada en la excelente novela de Camilo José Cela del mismo título.

En el local se celebra cada año el premio literario que lleva su nombre. Al cumplir su centenario, a finales del siglo XX, queda como testigo de una época de florecimiento de los centros de tertulia en Madrid. Se trata de uno de los pocos cafés de este carácter y raigambre que sobreviven en el Madrid heterogéneo del siglo XXI.

De sobremesa
Para quienes no pertenecemos al selecto grupo de los contertulios habituales, es un lugar de peregrinación periódica, cual Meca inspiradora, al que nos dirigimos para sumergirnos en su mágica atmósfera, esperando que alguna musa residente se nos acerque para compartir en creativa coyunda la sábana del papel en blanco. O, al menos, para renovar ese "algo", esa comezón irreprimible, que nos conduce después a la Cuesta de Moyano o al Callejón de San Ginés para rebuscar, entre la fragancia del papel con aroma a edad, aquel libro antiguo, incluso viejo, que allí nos espera.

También puede depararnos gratas sorpresas ese glorioso templo legendario de las letras, el arte y la cultura, como en la última vez que estuve comiendo allí y coincidí de manera fortuita con mi antiguo profesor y siempre maestro, Amando de Miguel, así como con el eterno y disecado galán, el actor Arturo Fernández, alias"Chatín", luciendo su impecable palmito de terno y cuerpo siempre como recién estrenados ambos.

FRM [18/12/2014]