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Gabriel Celaya, premio nacional de las letras españolas, 1986. (Foto de archivo) |
En su última etapa, la de lírica de cámara, Gabriel Celaya escrutó la realidad como un campo de ondulaciones, entendiendo el poema como un campo magnético percibido desde los elementos mínimos del texto. Una conexión entre poema y lector en un plano suprasensorial del espíritu. El mismo Celaya lo explicaba así:
"Ni lenguaje mítico-analógico ni lenguaje social, sino un tercer lenguaje, basado en el ritmo que pone en nuestro ser inorgánico con la pulsación del cosmos inorgánico."
Personalmente lo he sentido en muchas ocasiones, gracias a mis libros y a algunos excelentes poetas y poetisas que me honran con su amistad en la red social facebook y me hacen vibrar en ese plano esencial de las emociones con alguna de sus creaciones. La obra que transcribo a continuación, del propio Gabriel Celaya, es un buen ejemplo de ello en mi experiencia personal. En éste, como en todos, creo, el objeto del poema depende del sujeto que lo lea, al margen de lo que sintiese Celaya cuando lo escribió.
Indecisa y cambiante, ¿eres amor o muerte?
¡Ay, ven, Amparo-Ezbá, que te estoy esperando!
Es la palpitación de origen quien podría
acogerte, y besarte, y ofrecerte un refugio
caliente de jazz-hot y trances convulsivos
como, cuando bailando, se pierde la conciencia.
Ven tú, amorosa, ven como la noche crece,
deseo sin objeto, tú que eres el no-objeto
y el placer imposible que en el límite busca
infinitudes ciegas. ¡Ay, no-tú, Ezbá, no-sí,
sí, ven, Ezbá, indecisa, transparente, inasible,
temblorosa de luces, soñadora, engañosa,
tú, tejido del iris, centelleo, sonrisa
hasta mi dulce llanto y a esos gritos salvajes
que no son el amor, o sí son, o al no ser
te llaman desde el centro del tornasol nocturno,
tiránica, traviesa, fascinante, escapada,
y niña, y absorbente como un vórtice suave,
y riendo, riendo, mortal como un pecado
que no existe mas haces con tu burla que exista,
tan cruel, encantadora, pasajera, incitante,
que líquida, impalpable, movimiento sin móvil,
descubres, deshuesada, la santa realidad!
Entonces flota el mundo casi feliz, dudoso,
y el recuerdo anochece lentísimo en la brisa.
Y tú, nunca creída, y tú, siempre sabida,
te ofreces para nada, te niegas para más,
como un antiguo ensalmo y un susurro al oído,
cuando ya todo duerme, y tú casi nos hablas,
o nos cantas, nos rezas, entonteces con nanas.
¡Oh tú, dime quién eres! ¡Oh Ezbá, dime si existes!
Gabriel Celaya
FRM [15/04/2013]