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(Foto de archivo) |
He recorrido océanos de tiempo. He navegado con y sin viento. He buceado a mil besos de profundidad. He sentido la fugaz caricia del momento. He aprendido de los errores y fracasos y he sido herido por el infiel éxito...
De nada o de todo me arrepiento ni lamento. No hay diferencia; porque sé que, al final, la vida es casi un puro cuento.
Dicen que de la vieja la conseja. Puede que esa sea la moraleja. En mi caso, al hacerme viejo, debería ser el consejo... el de que hagas que tu vida sea dulce y embriagante, como el vino añejo.
Cultiva la alegría y derróchala, porque te lloverá felicidad. Siembra sonrisas y, para cosechar, no tengas prisa. Los mejores frutos, los más sabrosos, maduran a sol lento y sin apremios de golosos.
Haz que tu viaje de regreso a
Ítaca sea largo, como aconseja
Kavafis, pues es en el camino donde se adquieren y acumulan las mejores vivencias. Tiempo habrá para recalar tranquilo en buen y acogedor puerto, cuando se esté preparado y libre de pesados fardos y resentimientos.
Y, como dijo
Mika Waltari, con la voz del faraón de
"Sinuhé el Egipcio":
Que así se escriba y así se cumpla.
Amén... o Amón.
FRM [01/08/2014]