Este nómada con el maestro y poeta Javier del Prado Biezma. Fotografía de Almudena Mestre, (06/02/2018). |
«A finales del siglo XIX, una isla en forma de café literario y de salón de aparecidos se desprendió del mundo. Desde entonces vaga congelada en el tiempo a merced de las corrientes de la historia por los grandes paseos del Madrid imaginario, donde suele encontrársela varada y luciendo la bandera del Café Gijón, a pocos pasos del palacio de la Biblioteca Nacional. Allí espera, dispuesta a salvar del naufragio a quien llega a ella sediento de espíritu o de paladar, como si fuese un gran reloj de arena a la deriva, donde por el precio de un café el más pintado puede mirarse en el espejo de la memoria y creer, por un instante, que vivirá para siempre.» (*)
Y hasta esa isla navego, siempre que puedo, para calmar mi sed de saber y amistad que renace en su cripta todos los martes, menos las fiestas de guardar. Allí me siento —en sus dos acepciones— como un moderno Robinsón que aprende a sobrevivir sin ahogarse entre las mareas de las letras y el pensamiento, bajo la batuta del escritor Justo Sotelo que oficia de gran protagonista como sacerdote pagano en el rito semanal, remedando el aire profesoral en el que siempre se envuelve y no puede evitar respirar, ante la inmejorable compañía de sus invitados esporádicos y la de todos los entrañables asistentes habituales, de los que han surgido varios de mis mejores y más valorados amigos.
Todo un enriquecedor placer en un par de horas que desaparecen del reloj y, a veces, se prolongan informal y amigablemente con los menos apresurados.
Se disfruta mucho presente y futuro en ese ambiente cargado de pasado del Gran Café Gijón.
FRM [02/04/2018]
(*) Carlos Ruiz Zafón, "El laberinto de los espíritus".
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