Cyrano de Bergerac |
Perra suerte la de Cyrano
que ganó la pasión de su amada
escribiendo con su mano
en favor y nombre del camarada.
Triste destino
el de su obsesivo amor
víctima del desatino
que sólo le dio dolor.
No hubo feliz final
ni se comieron perdices
pues la suerte fatal
dejóle con un palmo más de narices.
Incapaz de desvelar el engaño
a la reina de sus sueños
murió con un gran daño
sin llegar a ser su dueño.
La moraleja para ser felices
es que, en estas cuestiones,
hay que echarle aún más narices,
no basta escribir emociones.
Pues no es raro comprobar
que hay letras que despiertan sentidos
para que los pueda disfrutar
quien nunca provocó esos latidos.
FRM [01/04/2018]
Amigo, Francisco, ¡qué tino con tus versos....!
ResponderEliminarDelicioso poema.
Un abrazo y un buen fin de semana.
Humor agridulce, querido Teo. Abrazos.
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