El Nómada en los Andes peruanos, 1988 |
Hace muchos años que estuve allí, pero algo de mí se quedó en esas alturas y parte de ellas se vino conmigo.
El silencio que me permite y ayuda a encontrar el tiempo para tener tiempo...
La fuerza incontenible de lo inmóvil para seguir moviéndome...
La inmensidad de toda la riqueza que nos regala generosamente el amor de la Pachamama...
La energía creativa almacenada por milenios en las grandes cumbres...
La mirada para ver la grandeza en lo que parece insignificante, así como los minúsculos detalles que se ocultan en lo grande...
La conciencia de mi pequeñez integrada en la inmensidad del Todo...
Y la capacidad para identificar y aprender de los errores que son sólo experiencias acumuladas entre el cielo y la tierra, para amar plenamente todo lo que contienen.
FRM [02/07/2016]
NO he conseguido ir, de momento, a ese santuario natural que impresiona; justamente ayer vimos imágenes -segunda cadena- de las alturas del Machu Picchu. Impresiona el lugar, así que imagino lo que debiste sentir in situ y qué se quedó de ti y qué te trajiste de allí, apreciado amigo. Gracias por "dejarme el caramelo en la boca" Abrazos.
ResponderEliminarTeo.
No hay palabras para expresar lo que esas alturas y esas míticas ruinas estimulan. No dejes ese caramelo, porque no puedes dejar de acudir a esa cita, Teo. Abrazos.
EliminarEl contacto con la madre naturaleza siempre nos enseña algo, es un reencuentro con el pasado, con la raíz, con el yo interior...
ResponderEliminarUn gusto pasar por tu blog.
Reme Gras.
Se experimentan intensas emociones y múltiples vivencias en ese tipo de situaciones que nos superan y trascienden, Reme. Gracias por tus frecuentes visitas y tus huellas. Besos.
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