Foto propia, de mis miradas metafóricas. |
La vida es una continua forjadora de almas que el capricho de Vulcano conforma como espirales fieles al patrón áureo que dibujan el camino al centro de uno mismo, como en el iniciático Juego de la Oca.
Ellas, esas espirales suavemente laberínticas, reflejan y simbolizan el constante y permanente recorrido bidireccional, lleno de trampas, plagado de accidentes e incidentes, preñado de experiencias, detenciones y retenciones, retrocesos y recomienzos, saltos y sobresaltos... cúmulo de aprendizajes, en suma.
Y es, a lo largo del reiterado circuito, donde se producen los encuentros y desencuentros con otras almas en su propio caminar. Las tangencias, las coincidencias, las discrepancias, cercanías y alejamientos que componen el tapiz tras el que se encuentra la escalera que permite ascender, a quienes lo entienden, o lleva al descenso a todo el que no capta el obvio, eterno y férreo mensaje.
En el peregrinaje existencial, los caminos se cruzan sin rozarse, se rozan sin cruzarse, se distancian divergentes... o convergen y se unen firmemente en fusión de un instante permanente. Y nada hay más hermoso y afortunado que encontrar el firme apoyo de un punto de sólida soldadura, desde el que dos almas recorran juntas e independientes su propio camino coincidente.
FRM [04/08/2016]
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