El sonido hiriente y pertinaz de las
sirenas rasgaba la noche, compitiendo con el chirrido de los neumáticos en giros
imposibles sobre el asfalto. Los derrapes y frenazos ponían música de fondo a
los gritos de los agentes y a los destellos de las amenazadoras burbujas que
coronaban los coches patrulla.
El criminal acosado sentía que el
pánico, circulando por sus venas, anestesiaba sus cansados músculos
agarrotándolos. No podía más. El terror y la carrera habían enloquecido su sistema
circulatorio que ya sólo bombeaba angustia y miedo. A sus ardientes pulmones llegaban, densos e intensos, borbotones
de aire cargado de los residuos tóxicos que inundaban la ciudad.
Refugiado en un rincón oscuro,
trataba de recuperar el escaso aliento imprescindible para ganar las tres
calles que le separaban de su guarida. Con mirada desenfocada, empapada en lágrimas
hijas del miedo y el frío, trataba de calcular sus posibilidades de éxito a
través de la pringosa bruma nocturna. Mientras, el cerco policial se cerraba
cada vez más estrecho y asfixiante. Los cercanos sonidos y los focos de las
potentes linternas, trazando inexorables la ruta de la ley hacia su escondite,
testimoniaban la escasez de sus esperanzas. Su corazón estaba a punto de
estallar por el miedo y el esfuerzo. No tardarían en encontrarle y entonces…
En ese momento, un segundo antes del final inevitable, su mente desconectó del agresivo presente y, balsámica, envió un mensaje
inconsciente de relajación a todo su organismo. Los sonidos e imágenes de la
enconada persecución pasaron a segundo plano. Retrocedió unas horas y los
recuerdos trazaron una sonrisa involuntaria en el crispado rostro.
Una vez más, había podido disfrutar
de uno de los escasos y furtivos encuentros con ella. Sus respiraciones habían
pasado de la agitación al jadeo mientras los labios y lenguas se confundían en
la húmeda danza del amor contenido. Como siempre que se encontraban, las
caricias habían ido despojando de tela los cuerpos hasta que el lenguaje de la
piel les había narrado la vieja historia eternamente renovada. Como siempre, se
habían amado con la urgencia de las horas robadas. Como siempre, se habían dado
recíprocamente cuanto placer podían y sabían. Y, cuando los cuerpos recuperaron
la capacidad del movimiento consciente, como siempre, se vistieron y, tras el
último beso, iniciaron el regreso, por separado... Como siempre.
Y entonces sucedió. Sintió un
irreprimible deseo de modificar el rito. Como nunca, recibió intensamente la
oleada de necesidad de cometer el delito solitario. Se detuvo en una esquina
oscura, rebuscó en su mochila y encontró lo que anhelaba.
Desconfiado y temeroso miró a su
alrededor, encendió la cerilla tratando de ocultar la llama delatora. Inhalaba
la primera bocanada del humo de su antiguo y reseco cigarrillo… Entonces fue cuando oyó el
aterrador sonido de las sirenas que tensó sus nervios y aflojó sus esfínteres. No tenía
salvación. La cruel BURRA acabaría con él. Era hombre muerto; con la mueca de una sonrisa resignada inhaló el humo de su destino, consumiendo su último acto de libertad.
La inflexible policía de la Brigada Urbana de Represión Radical Antitabaco le había descubierto.
La inflexible policía de la Brigada Urbana de Represión Radical Antitabaco le había descubierto.
FRM [07/10/2005]
(Foto de archivo público) |
Eres bueno!!...muy bueno!!
ResponderEliminarQue manera de tener en vilo al lector como en las mejores novelas de suspense...y luego tus únicos, sorpresivos y originales finales...¡me descubro ante tu genialidad!
Muchísimas gracias, querida amiga. Me alegra mucho que te gusten estos relatos breves que contienen guiños de complicidad con el lector.
EliminarMe han dado unas ganas de encender un cigarro que pa' qué!! Jijjiji
ResponderEliminar¡Cuidadín con la BURRA! No bromean...
EliminarOstras!!!! me ha recodado una novela del género "negra", más concretamente algún escarceo del perspicaz detective Philip Malowe, en alguna de las novelas de Raymond Chandler. Genial!!!!
ResponderEliminar¡¡Caramba!! Menudo cumplidazo. Muchísimas gracias.
EliminarDejar de fumar!!!! un consejo de amigo...
ResponderEliminarHace un mes y cinco días que lo dejé... Pero agradezco el consejo para no recaer.
EliminarGenial maestro, la cruel BURRA también acabaría conmigo. Malditos represores radicales ;)
ResponderEliminarGracias, Cris. Fuerte abrazo y no enciendas nada por la calle... Si acaso, pasiones ¡Jejejejeje...!
EliminarGenial. Un texto bien escrito, delicioso, sin trabas ni trampas, ni cartón: erudito, ágil, apasionado en verdad, que recompone el gozo de leer, amigo Francisco; o incluso el de escribir. Estas líneas atrapan, se nos meten como una voz en el oído para deleitarnos... No sigo pero da para seguir.
ResponderEliminarFuerte abrazo y agradecido.
Teo
Teo, no sé como expresarte mi satisfacción y agradecimiento por los calificativos que dedicas a mis palabras; porque sé que, aunque no merecen tanto, tu sinceridad las hace más que valiosas.
EliminarAsí pues, el agradecido soy yo y correspondo a ese abrazo encantado.
Es genial.
ResponderEliminarMuchas gracias, querida Rosa. Valoro mucho tu opinión, pues tus textos son como pétalos. Besos.
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