que, en tus propios vericuetos,
con pasado y futuro te confundes
en un presente lleno de huecos.
Cómo puedes saber que tus certezas de ayer
que hoy cuestionas y rechazas,
mientras te vas y me voy,
eran menos ciertas que las que dices tener hoy.
No lo sabes. No lo ves.
Ni siquiera lo querrías ver.
Sólo revoloteas irresponsable,
usando, otra vez, tu libertad culpable.
Enarbolando viejas banderas reiteradas
que, manchadas por el polvo, ya no se cree nadie.
Y así, de mano en mano y año tras año,
crees ir aprendiendo, aunque sea haciendo daño.
No te importa cambiar de papel
o repetirlo en el teatro de tu vida
porque sólo a tu egoísmo eres fiel
hasta que encuentres la salida.
No buscas mágicos espejos,
porque no deseas ver el reflejo
de que tu alma es y ha sido, de cierto,
lo que siempre has hecho con tu cuerpo.
Por eso los rompes inclemente
y, huyendo, has destrozado
el regalo único y paciente
que el Universo te había otorgado.
Y hoy, visto con perspectiva
siento como aquella pasión
se ha tornado relativa,
dejando sitio a la compasión.
FRM [12/09/2016]
Máscaras del teatro clásico (Imagen de archivo) |
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