"Cuadrados y círculos". Wassily Kandinsky |
No hace mucho, alguien me dijo en tono crítico: "Claro, tú has hecho un 'máster' y lo sabes muy bien". Y, la verdad, es que algo de razón tenía...
Dejando de lado el irónico sarcasmo contenido en aquel momento y la falsa modestia de quienes alardean de eternos aprendices girando en círculos concéntricos, tengo que admitir que, en algunas materias, es cierto que he tenido la oportunidad de realizar lo que bien podrían considerarse varios 'másters', a lo largo de más de cuarenta años. Lo que, sin falsas modestias y al margen de mi íntimo y limitado provecho, debo reconocer y agradecer a los maestros que, durante esos muchos años, me dieron la oportunidad con su paciencia, ejemplo constante y las enseñanzas consecuentes. Maestros auténticos, profundos y discretos, no como esos superficiales "apóstoles de la nueva era" que inundan Internet y las redes sociales con su cóctel facilón de espiritualidad, ufología y negocio a costa de ese prójimo al que pretenden guiar.
Cierto es que, "hacer un máster" en cualquier disciplina, no garantiza el aprovechamiento de lo aprendido que siempre requiere su posterior aplicación, con constancia y perfeccionamiento, para asegurar el progreso. Y, no es menos cierto, que ello se colapsa o interrumpe, cuando por circunstancias personales se produce una crisis de amnesia del alma, consciente o inconsciente.
Pero no se pierde ni olvida nunca por completo... Es como nadar, montar en bicicleta o hacer el amor.
Y, así, puede ocurrir que se salga de un denso y prolongado banco de niebla, para encontrar de frente la deslumbrante luz que proyectan sobre la propia vista las potentes luces de palabras o sonrisas ajenas que parecen disolver las brumas de la memoria y remueven el espeso poso de los recuerdos. Pero, cuando dejas de estar deslumbrado, las nubes bajas han desaparecido y el camino vuelve a apreciarse nítido con la lucidez de la propia visión, gracias a los faros de lo antaño aprendido, limpios y paulatinamente recuperados.
Entonces, circular vuelve a ser relajado y sencillo. Se ve con nitidez el camino y se abandona la ruta de los círculos concéntricos que siempre han alejado al viajero del centro, haciéndole creer que se avanza como en el espejismo del carrusel de un eterno tiovivo. Siempre ha sido así y siempre lo será, porque así está diseñado en todo lo que se le ofrece al ser humano, desde los intereses de quienes sempiternamente ocupan y controlan el centro.
Antiguo petroglifo (Mogor) |
La clave está en tomar conciencia de que, aunque se nos pinten con diferentes y atractivos colores, como lo hizo Kandinsky, los círculos concéntricos sólo conducen siempre al mismo punto de partida. Es otro el camino, si realmente se pretende avanzar.
FRM [07/09/2016]
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