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Lucho González-Aller |
Las tertulias de sobremesa con expertos en comunicación y especialistas de otras disciplinas afines, derivan inevitablemente en el enriquecedor intercambio de opiniones que me recuerdan mucho de lo hablado reiteradamente con ese gran profesional y excelente amigo y compadre que es
Lucho González Aller, con el que compartí placentera conversación en nuestro último encuentro sobre lo que aquí comento. Para quienes puedan estar interesados, resumo a continuación lo fundamental de lo que tratamos con buen humor, pero no exento de la mayor seriedad cargada de razonable y razonada inquietud, y donde, inevitablemente, surgió el fenómeno
facebook, entre otros hijos de la moderna interrelación social.
Aquellos que, por nuestra edad, hemos vivido el salto colosal desde los antiguos teléfonos y los teletipos a las actuales formas e instrumentos de comunicación, pasando por el fax, nos llama poderosamente la atención observar que, en todos los instrumentos que nos brindan las llamadas
"nuevas tecnologías", anida el virus de una moderna y contagiosa enfermedad estresante que bien podemos llamar
"Síndrome de la Inmediatez".
Esta patología se manifiesta como la necesidad compulsiva, imperiosa e ineludible de responder en el acto casi instantáneo a cualquier estímulo tecnológico recibido; sea correo electrónico, mensaje telefónico o SMS,
"guasap"... o, por supuesto, a las entradas o comentarios de amigos y conocidos en una red social como la citada o cualquier otra. Puede considerarse como una pandemia y su toxicidad se potencia por ser enormemente contagiosa y adictiva.
Las consecuencias de padecer el
“Síndrome de la Inmediatez” son amplias y diversas, variando según el grado de receptividad del individuo afectado y el estado de su sistema inmunotecnológico. En general, puede y suele producir trastornos del sueño y apreciaciones equívocas o
"superficialasis" de lo que se pretende contestar rápidamente; lecturas parciales, en las que se retiene sólo una foto irrelevante o una frase tópica y familiar; falta de comprensión del fondo de la cuestión, con la consiguiente limitación para reflexionar sobre ello;
“ortografitis” o grave infección de la ortografía que puede conducir a su muerte;
“neologismitis” o infeccioso hábito de utilizar palabras o letras inventadas o para funciones inexistentes;
“megustosis”, alteración que lleva a marcar como un tic en la función “me gusta”, sólo por quien publica lo que sea, sin considerar si realmente gusta o no lo publicado;
“razonexia”, o adelgazamiento ilimitado de la pausada facultad de razonar con calma y sosiego, acarreando pérdida irreparable de masa muscular en el cerebro;
“cerroubeditis”, desconcertante tendencia a irse por los Cerros de Úbeda, generalmente como consecuencia de lo apuntado inicialmente combinado con la
"hiperverborrea" o incontinencia verborréica…
Podríamos seguir enumerando los numerosos, devastadores y variados daños que el síndrome mencionado ocasiona, pero lo considero innecesario ante las múltiples evidencias que puede detectar cualquier observador capaz de sustraerse al estrés del propio síndrome. Por fortuna, no es difícil de evitar y tratar... si se es consciente y se desea.
De vez en cuando es muy bueno y aconsejable volver a la pluma estilográfica y al tacto sensual de la seductora hoja de papel en blanco...
Salud y “relaxing”… No hay prisa.
FRM [14/05/2014]
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La pluma favorita de mi amplia colección |