La única alteración de este equilibrio en constante interacción, la producen los sucesos para los que no disponemos de causa conocida ni explicación aparente. Para ellos hemos inventado la fortuita y azarosa "casualidad", cuya figura nos tranquiliza frente a las causas que se escapan a nuestro esquema de comprensión consciente y a lo que perciben los sentidos, toda vez que el papel de una divinidad responsable pierde protagonismo en las creencias de una fe social desgastada.
Causas y efectos. Efectos y causas. Siempre presentes, sobre todo en las disonancias o asonancias que se producen en las relaciones humanas. Aunque la percepción subjetiva de cuándo algo es lo uno o lo otro, depende con frecuencia del lado del observador y de si es sujeto u objeto de la oración.
En lo que depende de cada uno, conviene ser responsable de las causas para no sentirse culpable de los efectos ni sufrir por sus consecuencias.
FRM [23/09/2015]
(Foto de archivo) |
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