El Rincón del Nómada

El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)

viernes, 31 de mayo de 2019

Esclavitud e impotencia

"Siempre hay un eslabón más frágil". Mirada metafórica (imagen de Internet)

Es muy entristecedor ser testigo, impotente e implicado, de una esclavitud consentida y aceptada, a pesar de ser asfixiantemente opresora.

Es muy duro observar inerme como alguien muy querido y valorado se engaña bajo el peso de las cadenas del estrés y la incomunicación que manipulan pertinaz y cruelmente, que castigan y maltratan emocional y psicológicamente. Que son tortura, añadiendo eslabones de silencios y gestos, probadamente eficaces, testados y homologados por el verdugo, con los recursos que van desde el victimismo desconfiado al menosprecio, cocidos al fuego lento de humillaciones y rencores añejos y enquistados. Un verdugo débil de nula autoestima que no es consciente de que su primera víctima es él mismo, pues antepone las apariencias a la verdad y la generosidad que le darían la paz de la que carece.

Cadenas compartidas y eslabonadas de viejos miedos vivos perpetuados, culpabilidades oxidadas, excusas justificadoras, valoraciones inventadas, estrés aceptado y mentiras necesitadas.

Autoengaños heredados y arraigados que crean un espejismo de libertad parcial y coyuntural sobre la tumba de la propia identidad. Que aherrojan ilusiones y los propios deseos, subordinados a posturas, actitudes y decisiones ajenas.

Ligaduras que inmovilizan y amarran a la "zona de confort" en la que importa más el tener que el ser. La fuerza de ese poderoso enemigo que son los apegos materiales del ego.

Sufriendo una prisión injusta que quema, lenta pero inexorablemente, el tiempo más valioso para disfrutar de lo necesario y merecido, abrasándose entre las tóxicas cenizas de lo que nunca fue ni jamás podrá ser... Aunque la víctima se quiera convencer, convenciendo, de que el verdugo y lo que representa merece ser querido y mantenido.

Y, entonces, entre contenidas lágrimas de impotencia, sobrevuela la gran pregunta nunca formulada: "¿Miedo a qué?"

Porque lo que más miedo da es no aceptar la responsabilidad de la única respuesta... Miedo a romper el pesado lastre de la inercia conocida, aunque cercene vida... toda la vida.

En definitiva: "Miedo a la libertad".

FRM [30/05/2019]

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