El Rincón del Nómada

El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)

lunes, 20 de mayo de 2019

Cientonce

Obra del pintor Andrew Wyeth

Cientonce es un paraíso que existe en otra dimensión onírica.

Una dimensión que es un ramo de flores que suena como el latido de dos corazones a coro con sus ecos. Cada corazón es un niño que salta en charcos de luz de antiguas farolas. Farolas que albergan los trinos y suspiros de miles de aves revoloteando en el horizonte. En Cientonce, el horizonte lo dibujan dunas con formas femeninas y galopes de centauros.

Cientonce es un paraíso que existe en otra dimensión onírica.

Una dimensión que es un poema soñado en un remoto pasado y cuya música no ha cesado de cantar, anidando en las ramas de árboles añosos. En Cientonce, las cortinas son como alas que se agitan cual las de mariposas que cosquillean en el estómago de una esquina iluminada. Una esquina de un barrio de una ciudad que es una imagen con vasos de gintonic mezclados con orégano, sembrado por unicornios.

Cientonce es un paraíso que existe en otra dimensión onírica.

Un poema que flota, fluyendo en las aguas de un río lleno de nenúfares flotantes que salpican de lágrimas emocionadas los recuerdos, gotas dulces que brotan del arañazo de los pinchos de una maternal flor seca de cardo. En Cientonce, los suspiros gimen sobre las almohadas poniendo ritmo al regalo del silencio enamorado como si siguiesen la batuta que guía hacia el cielo donde no se distingue la vida de la muerte.

Cientonce es un paraíso que existe en otra dimensión onírica.

Un paraíso en el que los amantes no usan reloj y el tiempo se detiene entre nubes que salen de puntillas cuando su propio tiempo se cumple. Un tiempo que se encuentra como el algodón de azúcar de las ferias y se derrite y saborea, hasta que las luces anuncian el final de la jornada y el comienzo de la espera añorante, contando segundos cuya muerte se celebra mientras se escribe poesía al ritmo de los días. Recordando con impaciencia el regreso a Cientonce.

Cientonce es un paraíso que existe en otra dimensión onírica.

Una dimensión llena de agua para navegar, sorteando escollos y reposando en islas de arenas blancas como nalgas virginales que se encienden al beso del deseo. En Cientonce todo es perfecto y se intercambia, se combina y completa, como la tuerca con el tornillo que todos llevan en el alma. Todo se ensambla y perfecciona al completarse como se completan el pincel, el color y el lienzo que espera, deseando ser mancillado.

Cientonce es un paraíso que existe en otra dimensión onírica.

En Cientonce, las muertes son pequeñas y de ellas se resucita. La fugacidad no importa, porque todo renace, se repite y perfecciona. En Cientonce, existe lo inexistente, se explica lo inexplicable y se renace de la muerte. Las penas yacen en una tumba de abrazos y Cientonce vuelve a brillar para siempre... eternamente inolvidable. Cientonce es un lugar que no existe, pero sabemos hacerlo existir porque lo llevamos dentro.

FRM [20/05/2019]

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