Manuel Leguineche "Manu" |
Otro inolvidable día triste...
Se dice que, en este país envidioso y cainita, para que hablen bien de uno hay que morirse.
Pues bien, en el caso de Manuel Leguineche, eso no es cierto. De Manu siempre se habló bien y no he conocido ni sabido de nadie que no lo hiciera así.
Gran e indómito viajero, hoy ha emprendido el último y mayor de sus viajes. Nos deja el mejor de los recuerdos. El de un hombre bueno y noble, humilde maestro de su oficio al que amaba tanto como viajar, la buena mesa sencilla y el paladeo de un buen vino al amor de la charla amigable que nunca rehuía, para disfrutarla y, sobre todo, hacer disfrutar a sus interlocutores.
Un día dijiste: "A un viaje hay que ir documentado, llorado, solo, ligero de equipaje, con espacio para la improvisación y con sentido del humor".
Esta mañana has partido desde tu vivienda alcarreña en Brihuega que alternabas con tu cercano y tranquilo refugio en la montaña, entre Torija y Torre del Burgo, cuyo acceso era casi invisible para todo el que no lo conociese. Tan discreto como tú... Nos dejas la herencia de tus libros, tu buen hacer periodístico y, muy especialmente, tu gigantesca bonhomía. Gracias por tu generosa herencia, Manu.
Ojalá que germine la semilla de la gran frase que un día pronunciaste: “Estoy aquí para demostrar que todas las guerras se pierden”.
Hasta siempre, Manu Leguineche. Grande de verdad.
FRM [22/01/2014]
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