Dibujo infantil de mi hija Laia en felicitación del "Día del Padre" |
Entre mis amigos y conocidos, en más de una ocasión he mencionado que mi animal totémico es el delfín. Una identificación con profundas raíces en mi vida.
Era yo muy joven cuando empecé a admirar y respetar profundamente a este ser, cuya inteligencia y capacidades de todo orden apenas se han empezado a descubrir, aunque han podido atisbarse con asombro. Mi pasión por los delfines y el sentimiento de vínculo profundo con ellos, comenzó mucho antes de que naciese mi hija pequeña que, por cierto, el mes pasado cumplió ya treinta y un añitos. O sea, hace una eternidad.
No tengo la menor conciencia de haber mencionado nunca a mi hija, cuando era pequeña, ese sentimiento profundo albergado por mí hacia los delfines. Siempre compartimos el más amplio amor por toda clase de animales, particularmente por los dos perros que fueron como sus hermanos de infancia.
Sin embargo, hace más de veinte años, con motivo del Día del Padre, en su colegio propusieron que cada alumno dibujase una tarjeta de felicitación con el animal que, según el criterio de cada uno, fuese su papá, en el caso de haberlo sido. Mi hija fue la única de su clase que dibujó un delfín, para sorpresa del profesor promotor de la idea... Y, aún hoy, me pregunto cómo detectó ella esa mágica conexión.
Deshaciendo paquetes y cajas de documentos, me he tropezado con aquella tarjeta que, mi siempre "pequeña" Laia me dedicó en su día:
"Dadi:
Is you were an animal you would be a Dolphin.
Love Laia"
Vale, seré un poco tontorrón, pero me he emocionado.
Y ahora, años después, me pregunto si podrá existir alguna conexión mitológica con las impregnaciones proféticas de Delfos (delfín), depositadas por Apolo en el templo de la Pitonisa.
(Ilustración original de Laia Rodríguez San Juan)
FRM [04/01/2015]
Ya lo creo que es para emocionarse.
ResponderEliminarYa sé que tú lo entiendes, Inmaculada. Muchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarQué bonito....
ResponderEliminarMucho, Susana.
EliminarCon lo inteligente y culto que era su papá, es lógico y coherente que escogiera al delfín,un mamífero al cual siempre tuve mucha admiración, recuerdo como en mi infancia - ya lo he mencionado alguna vez por aquí- como me gustaban los documentales de Jacques Cousteau, y como me ponía de pesado con mis padres para que me llevaran al zoo para visitar el acuario de los delfines y sus maravillosas actuaciones, que a día de hoy reconozco que me atraen muchísimo.
ResponderEliminarEs para emocionarse, ya lo creo, un regalo precioso con un montón de significado y de la gran capacidad de una niña de corta edad que tiene esa percepción y la comprende.
Muchas gracias, Sergi.
EliminarEs que es para emocionarse, Fran
ResponderEliminarMe alegra que lo entiendas así, Fátima. Me emocionó entonces y lo revivo intensamente cada vez que vuelvo a verlo. Es algo muy entrañable y de gran valor para mí.
EliminarMe emociona la historia e imagino como pudiste (y aun hoy) sentir al recibir la tarjeta.
ResponderEliminarPor cierto, muy bien dibujado el delfín, proporciones, movimiento... de quien habrá heredado su capacidad artística?
Muy difícil de explicar con torpes palabras, pero sé que tu sensibilidad no lo necesita para saber lo que sentí y siento, como bien dices. Y, sobre tu insinuación que agradezco, sólo puedo decirte que mis hijas han superado de largo la posible herencia con su propio talento. Gracias por visitar mi rincón en el que siempre serás muy bien acogido. Abrazos.
EliminarEs para emocionarte. Si hasta para el lector es una emoción tropezar con estos sentimientos, Francisco... ¡Cuánta sensibilidad expresada en ese dibujo que, por cierto, está divino de ver, ¡qué frescura tiene, qué buena mezcla de colores, qué sensibilidad y poesía. En fin: todo un detalle compartirlo. Abrazos.
ResponderEliminarMe alegra mucho haber transmitido al menos un poco de la intensa e inmensa emoción que esa anécdota vital me produjo, como evidencia del vínculo inexplicable existente entre mi niña pequeña (hoy mujer y madre) y yo. Gracias por percibirlo y valorarlo, Teo. Fuerte abrazo.
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