Si cuidamos debidamente cada parcela que nos toque en suerte, cosecharemos abundantes y buenos resultados. Pero si descuidamos la tierra, o no sembramos ni regamos lo necesario, con la frecuencia y la atención debida, el terreno se convertirá irremediablemente en un erial yermo, lleno de malas yerbas e incapaz de fertilidad alguna y nuevos brotes.
Nadie está obligado a atenderlo debidamente, sobre todo si tiene otras prioridades; pero será un grave error interpretar lo no cosechado como venganza de la tierra, o pensar que la extinción de su capacidad de la respuesta deseada se debe a un acto de rencor. Convencerse de tales errores anula la capacidad de asumir las propias responsabilidades y la posibilidad de obtener lo teóricamente deseado.
También conviene ejercitarse en el desapego que permite distanciarse y no continuar abonando e inseminando terrenos estériles y rocosos, cuando no corresponden con reciprocidad a los cuidados y atención dispensada. Si, dándolo todo, no se consigue cosechar resultados gratificantes, es mejor no continuar perdiendo tiempo, salud y esfuerzos y buscar otras tierras más agradecidas... Por mucho que pueda costar y sea lamentable, siempre lo será menos que seguir partiéndose el espinazo para recolectar sólo metafóricas piedras, cardos y hierbajos.
FRM [25/03/2015]
Foto propia, paseando bajo mi ventana |
Muy mala tierra tiene que ser para que tú no saques lo mejor de ella, amigo.
ResponderEliminarGracias por tu opinión, Fátima, pero me queda mucho que aprender en casi todo y, especiamente, en lo tocante a cultivos.
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