El Rincón del Nómada

El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)

viernes, 25 de octubre de 2019

Viaje a Delfos

Después de mantener una grata e interesante conversación con una antigua amiga psicóloga, he pensado sobre algunos aspectos de la amena charla. En ella, hemos profundizado en la reflexión de que el orgullo y el miedo suelen ser las causas de que dejemos de escribir las mejores páginas de nuestra historia. Porque es frecuente que el orgullo del uno provoque el miedo del otro, alternativamente y con el resultado más catastrófico y absurdo.

Al hilo de ello, me ha contado una anécdota de su experiencia profesional que me ha inspirado la narración breve que comparto a continuación, en el contexto de la antigua Grecia y protagonizada por una mágica y legendaria mujer, cuya imagen encarnada e idealizada amo apasionadamente desde hace tiempo... La Pitia del apolíneo Santuario de Delfos.

UN CUENTO MITOLÓGICO

Dicen las crónicas antiguas que, de vez en cuando, conviene encomendarse a Apolo y viajar, a lomos de un delfín, hasta Delfos para consultar la sabiduría del oráculo de la Pitia sobre las dudas que afligen o desconciertan. Todo humano tiene momentos en que le asaltan temores, hijos y padres de la inevitable ansiedad que generan las indeseadas incertidumbres.

Viajero:
--Postrado ante ti, yo te saludo con respeto ¡oh, Pitia! Y a tu visión sin límites de espacio ni tiempo, acudo en busca de las respuestas que me liberen del pesado equipaje de mi miedo.

Pitia:
--Ya sé el fundamento de tus miedos, hombre. No olvides que conozco cuánto ha habido, hay y habrá en los humanos corazones. Pero, formula tú, como la sientas, la consulta que justifica el óbolo de plata que has depositado a mis pies.

Viajero:
--Sea, así lo intentaré, confiando en que tu infinita sabiduría complete lo que las limitaciones de mi pobre capacidad no me permitan definir ni explicar con la riqueza de detalles que la grandeza de mis motivos tienen y me han movido a acudir a tu presencia.
Sabrás que no ha mucho tiempo, y cuando carecía de toda esperanza de hallarlo, tuve la inmensa fortuna de ser elegido para compartir la bendición de un encuentro inesperado y capaz de colmar todas las expectativas de felicidad plena en los escasos años de vida que me resten hasta la cita con Caronte en la orilla de la laguna Estigia. Tal milagro fue recíprocamente compartido con reiteradas confirmaciones de ser dos cuerpos fusionados en una sola alma, capaz de enfrentarse y superar toda suerte de humanas dificultades, siempre muy por debajo de la unión incuestionable.

Pitia:
--¿Y, entonces, qué te trae aquí, viajero?

Viajero:
--El sufrimiento por el miedo a estar en trance de perderlo.

Pitia:
--Podías haberme consultado sobre el final del trance que, por supuesto, conozco y puedo ver. Pero, puesto que la inquietud que te mueve es ese miedo, de él puedo aliviarte, pues está claro que es preciso que recuperes la paz del ánima, cuya ausencia reseca tu corazón en la feroz e inclemente sequía del silencio, mientras te desgarra la zarpa de la incertidumbre.
     Si tu confianza y seguridad es plena, en la correspondencia ante el milagro compartido que mencionas, y los sentimientos ajenos son tan gemelos a los tuyos, como afirmas y te ha sido afirmado y confirmado, nada debes temer, pues todo volverá al cauce que nunca debió desbordar el flujo de las aguas doradas de semejante milagro regalado por el Olimpo. Si es y ha sido como tú crees, nada has de temer, repito, pues algo así es indestructible como regalo de los dioses.
     Si, por el contrario, tal identidad recíproca en realidad nunca ha existido más allá de las apariencias y las palabras, y era un mero y engañoso espejismo, bueno es que tomes conciencia de ello y de la lábil fragilidad de los ajenos sentimientos, como un ineludible y obligado aprendizaje, cuyo precio es el dolor por tu confianza defraudada y las esperanzas incubadas en tu alma. Celebra lo disfrutado en el pasado y alégrate de evitar mayor dolor en el futuro.
     Ninguna de las dos opciones merece ni justifica tu miedo, pues ambas entrañan lo mejor que pudiera ocurrirte en ambos casos, sea lo que sea lo que el futuro te depare.
  Vete, pues, en paz y que los dioses te acompañen en tu viaje de regreso; pido a Poseidón que sea benévolo con las mareas en tu navegación de retorno, ya que bastante castigo has tenido con los oleajes tempestuosos que han azotado tu alma hasta aquí.

FRM [30/06/2019]

La sacerdotisa Pitia, el oráculo de Delfos, Cerámica ateniense

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