Foto propia, Palacio de Cristal en el Parque del Retiro madrileño |
Durante la mayor parte de mi larga vida profesional, me he ganado techo, lecho y sustento con la herramienta de la palabra. Mejor o peor, con mejores o peores palabras, con más o menos retribución y no siempre en relación directa según mi propio criterio.
Sin embargo, ello no ha impedido que, ante ciertas situaciones, no sea capaz de encontrar las más adecuadas para definir lo que pienso o siento, en especial lo segundo.
Quizá por ello, siempre he tenido un profundo respeto reverencial a escribir o verbalizar dos palabras cuyo uso considero sagrado, exclusivo y excluyente. Dos palabras cargadas de un significado grandioso cuando se dirigen a otra persona que, sólo si es o percibo como excepcional, considero que se merecen y la hacen merecedora de la inmensa responsabilidad que entraña la gran magia oculta de esa fórmula que no soy capaz de banalizar... Nunca he podido ni querido hacerlo.
Por ello, valoro como un acontecimiento grandioso en mi vida sentir la necesidad de expresarlas y llegar a hacerlo con sincera convicción. Tanto como me conmueve, hasta lo más profundo de mi ser, leerlas o escucharlas cuando a mí se dirigen en reciprocidad de respeto y sentimientos... En ese estado de felicidad integral que sólo contiene la cábala de esas dos palabras.
No existe mejor termómetro para medir la temperatura de una relación que la sincera, espontánea y honda expresión de esa fórmula mágica que brota incontenible y hace que el verbo sea más que carne.
Porque, decir "Te quiero" es muy fácil y frecuente. No es exclusivo ni excluyente. Se puede decir y sentir de diferentes formas y variados motivos, hacia muchas personas y es lo deseable. Se puede combinar con deseo sexual, más o menos repetible, más o menos olvidable...
Pero no hay nada, en nuestros códigos de significados, en lo que representa para mi alma, como dar y recibir un pleno, absoluto, sincero, convencido y soñado:
TE AMO.
Dos palabras, dos sílabas que convierten en uno a dos personas.
FRM [06/06/2016]
No no es fácil decir ese convencido, sincero y soñado: "Te amo", al que te refieres, tras llegar a él a través de la intriga y la brillante manera de ir metiéndonos en tema que posees. Ese "Te amo", que no suene banal y redicho, es difícil de pronunciar, al menos para algunos entre los que me encuentro. Quizás por la importancia sublime que le otorgamos, o por nuestras castellanas y sobrias formas de funcionar con los sentimientos. Quién sabe... De todas formas, Francisco, aplaudo este escrito donde me reconozco con facilidad, como en tantos otros escritos tuyos.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día.
Teo.
Cuando el verbo se hace más que carne... La palabra se torna liturgia sagrada. Gracias por una identificación que no me extraña, amigo Teo. Abrazos.
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