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Foto propia, paseando por Madrid |
Hace tan sólo un par de días, me ha llegado la noticia del repentino e inesperado, por prematuro, fallecimiento de un joven colega profesional que, por lo que sé a través de amigos comunes, no era previsible por su edad. Algo que, con aceptable normalidad cronológica o sin ella, ya hace varios años que me viene sucediendo con amigos, compañeros, conocidos y personajes convertidos en referentes míticos de épocas señaladas de mi vida... Y, aunque no siempre es así, en la mayoría de los casos son el termómetro que mide la temperatura de mi propio consumo vital.
No ocurre con todos, pero en muchos de ellos, la persona que emprende su último y más largo viaje, tenía... tiene y mantiene, un perfil y sitio abierto en varias redes sociales y, concretamente en
facebook que es la única que yo frecuento, compartiendo encuentros, reencuentros y desencuentros.
Esta última circunstancia y la práctica de recibir aviso de los cumpleaños y los recuerdos diarios de otros años, con opción de volverlos a publicar --incluyendo los correspondientes comentarios del pasado--, así como el hecho de que los perfiles de los fallecidos sigan
"vivos", si nadie dispone de la contraseña y medios para cerrarlos definitivamente, generan una cierta sensación de "eternización" en esta dimensión virtual, generadora de sensaciones y emociones contradictorias difíciles de definir, al menos para mí.
Recuerdo que, en un tiempo ya remoto, conversaba sobre ello con una antigua amiga que tuvo la afortunada idea de bautizar
facebook como un
"cementerio de almas", en el que descansan las de tantos que nos han ido aportando de diversas formas, pero sin poder llevárselo, todo lo que sus espíritus dejaron como legado en su participación con palabras, silencios y obras. Ahí han quedado congeladas para el tiempo sus imágenes, emociones, sensaciones, reacciones, aciertos y desaciertos, afinidades y rechazos, alegrías y tristezas, amistades y enemistades, amores y desamores, resentimientos y odios... Todo lo que, por acción u omisión, voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente, constituye uno de los mejores y más completos frescos lleno de ricos matices cromáticos, con sus luces y sombras, para retratar la complejidad anímica de cada cual. Porque todo es visible para quien quiere y sabe mirar.
Hoy ha vuelto a mi memoria aquella conversación con mi ex amiga y me ha hecho reflexionar sobre las lápidas, nichos y mausoleos virtuales que encuentro en mis paseos por los recuerdos perpetuados en las vitrinas y escaparates, abiertos a los pasillos entre muros, de este
"cementerio de almas". Y he pensado que me producen dos tipos de reacciones, según el tipo de defunción y consecuente ausencia. En unos casos, el sentimiento de cariño por los seres queridos o admirados que marcharon a otras dimensiones, con el deseo por su paz y eterno descanso. Y, en otros, la del descanso e inmensa paz que me han dejado quienes han decidido abandonarme en su vida terrenal al morir virtualmente para mí.
Descansen en paz todos ellos.
FRM [11/10/2016]