Es ese instante mágico del que se suele decir que "el maestro aparece cuando el discípulo está preparado".
Pero la mayor magia oculta estriba en descubrir que la persona considerada maestra, en realidad es nuestro propio aprendiz. Es nuestro espejo... Porque, en ese momento, somos uno. Y sólo con la apertura precisa para recibirlo y la gestación adecuada, la energía invisible de la que formamos parte nos conecta con la vibración de nuestro reflejo magistral que completa la visión interior de los acontecimientos gemelos que se han vivido en paralelo. Asombrosamente iguales y compartidos, aunque en distantes y distintos espacios y tiempos... experimentados por separado en misteriosa sincronicidad.
Es entonces cuando se toma conciencia de que todo conspira para tejer los hilos invisibles que conducen a ese encuentro, convirtiendo en fuerzas de atracción incluso las pretendidamente adversas con negativos y perversos objetivos contrarios.
Así, con la facilidad que permite observar a otro, con el que nos identificamos, y diagnosticar sus aciertos y errores, para transmitir las enseñanzas del propio aprendizaje, se ve nítidamente cristalizada y con lúcida concreción la experiencia personal acumulada, así como la forma correcta de aplicarla para convertir intenciones en acciones fructíferas con la poderosa fuerza del amor.
FRM [26/03/2016]
(Foto de archivo) |
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