(Foto de archivo) |
Cuando publiqué el relato de mi recuerdo como colaborador en el diseño y realización de las ilustraciones para las vallas publicitarias del Zoo de Madrid, terminaba refiriéndome a otra historia, relacionada con una joven leona que me dio un buen susto en aquellos tiempos.
Pues bien, ha llegado el momento de rememorarla, con una sonrisa que entonces se me congeló, como espero que se comprenda al leer este breve relato.
Resultó que mi relación amistosa con la directora del Zoo, me llevó a conocer a otros responsables de diversas tareas en el recinto, entre los que hice especial amistad con Scotty, un entrañable británico divertidísimo y bonachón, responsable de destetar a los felinos, entre otras actividades veterinarias.
Nuestra amistad prosperó durante el año y pico que mantuve mi relación con el Zoo, tanto como para ser invitado a su casa en varias ocasiones, situada en la calle Doctor Fleming de Madrid y puerta con puerta con el humorista chileno "Bigote" Arrocet, que, en aquellas fechas, vivía en la misma finca.
La verdad es que pasé muy buenos ratos con ambos, gracias a la chispa de "Bigote" y los "chispeantes" gintonics de Scotty. No obstante, lo más inolvidable fue poder jugar con los pequeños cachorros de pantera negra, leopardo y león que puede conocer en aquella peculiar morada, llegando incluso a dar biberones a alguno de ellos... Sobre todo a una pequeña leona que era un verdadero muñeco de peluche, dulce y juguetona como un gatito, con la que establecí un vínculo muy especial, reforzado por los mimos y caricias que le hacía en la barriguita hasta que se dormía en mi regazo.
Era una verdadera delicia y resultaba asombroso pasear por el recinto del Zoo y ser testigo de cómo los animales ya adultos reconocían alborozados a su "nodriza", abrazando a Scotty y llenando de lengüetazos la feliz sonrisa de su rubicundo rostro.
Pues bien, aproximadamente seis meses más tarde de mi último encuentro con mi leoncita en casa de mi amigo, tuve una de mis reuniones de trabajo con la directora y, aprovechado mi presencia, Scotty se acercó a su despacho para saludarme e invitarme a uno de nuestros gratos paseos por las instalaciones.
Estábamos finalizando la ruta en el área destinada al uso exclusivo de los veterinarios, cuando mi sonriente amigo me avisó de que iba a darme una sorpresa. Dicho lo cual, y sin más preámbulos, abrió una puerta metálica, dejando vía libre a una leona que se avalanzó sobre mí, dando con mis huesos y el traje que vestía en el suelo.
Efectivamente, con una zarpa en cada hombro, tumbado en el suelo y recibiendo lametones por toda la cara, acabé tomando conciencia de que se trataba de "mi leoncita"... Jamás había imaginado que un cachorro de león y sus colmillos creciesen tanto en seis meses.
Y, desde luego, no podía entender, por qué el puñetero de Scotty se moría de la risa, mientras yo estaba convencido de que me quedaban escasos segundos de vida, antes de ser devorado por aquel pedazo de leona que abultaba más que yo.
Creo que nunca lograré saber si las lágrimas que empañaban mis gafas por el interior, ya que por fuera lo hacía su lengua, se debieron a la emoción del reencuentro y la alegre sorpresa de que me recordase o al ataque de pánico que sufrí previamente, cuando me daba por muerto.
Lo que sí es cierto, y de eso estoy seguro, es que es uno de los recuerdos más singulares y entrañables de mi nómada existencia.
FRM [08/11/2015]
No me extraña, esos recuerdos jamás se borran, son instantes de vida al límite, de suma intensidad. Es bueno que nos la hagas partícipe, pues tiene la singularidad de ser algo poco frecuente esa relación entre hombre y fiera.... Gracias, Francisco por la anécdota.
ResponderEliminarHablando de anécdota, te diré que Bigote es muy amigo del padre de Karyn, Marcos Huberman, desde los tiempos chilenos y televisivos del cómico...
Un abrazo fuerte.
Teo.
Quizá es demasiado subjetiva y menos interesante para los demás que para mi libreta personal, pero me pareció que tiene su encanto y la moraleja de la calidad "humana" que pueden tener los animales más fieros.
EliminarCuriosa la conexión indirecta con Karyn... porque mi ocupación profesional entonces se desempeñaba en el mundillo del marketing y la publicidad, ¡el mundo es muy pequeño y lleno de redes tejidas con sorprendentes hijos invisibles. Fuerte abrazo, Teo.
Me ha gustado mucho que sin saberlo haya traído a tu memoria este bonito recuerdo Un abrazo amigo.
ResponderEliminarFue una experiencia inolvidable y que demuestra cuánto tenemos que aprender de los animales supuestamente irracionales, pero muy emocionales. Gracias, Dolores. Gran abrazo para ti.
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