Habíamos tenido algunos encuentros previos. Siempre con terceras personas presentes y no se puede decir que hubiésemos tenido eso que suele definirse como "química". Un trato cortés y educado, pero frío y distante; sin un ápice de cordialidad. Hubo intercambio de números de teléfono, más obligado por las circunstancias y el contexto que por interés personal.
Ella es una mujer ni guapa ni fea, ni alta ni baja, ni simpática ni antipática, neutra. Que podría haber resultado atractiva, si hubiese puesto su evidente inteligencia al servicio de lo emocional en vez de utilizarla como envase de frialdad. Irreprochable pero distante, encastillada en su firme y asertiva seguridad.
Pasó el tiempo y casi no la recordaba, cuando un día recibí su inesperada llamada... ¡Me estaba citando! No me lo podía creer y, al colgar el teléfono, experimenté la desazón de las dudas que no me abandonarían hasta la fecha del concertado encuentro.
Y llegó el día ansiado, lleno de expectativas e intriga, en extraña y alternante combinación...
Con escasos preámbulos, me pidió que me quitara la ropa y me acostase a su merced. Admito que los nervios me atenazaban el estómago, combinando el deseo con un cierto temor a que los acontecimientos no siguiesen un rumbo satisfactorio. Pronto percibí que se apagaba la luz y se encendía su voz. Por primera vez, suave y acariciante; cálida y sedante... Un placentero sosiego me fue invadiendo al sentir el contacto de sus manos que me transmitían la grata seguridad de quien sabe muy bien lo que hace y lo hace muy bien. Su firme y suave tacto transmitía su experiencia en esas lides y, poco a poco, mi cuerpo recuperó su serenidad y control para entregarse y colaborar en el final más feliz del encuentro.
Al terminar, completamente relajado y satisfecho, descubrí una nueva luz. De repente, veía la vida de otra forma. Era algo casi milagroso que me costaba creer. Y, sin embargo, todo se me mostraba con una nitidez nunca experimentada u olvidada con el paso de los años.
A esa mujer le debo haber descubierto un mundo nuevo de sensaciones y emociones. Poder disfrutar más intensamente de formas, luces y colores, más allá de lo previsible... Mi gratitud es infinita.
Y ahora nos sonreímos al vernos... La operación de la catarata en mi ojo izquierdo ha sido un éxito espectacular.
¡Es maravillosa mi joven oftalmóloga!
FRM [09/04/2015]
Foto propia, desde otra ventana |
Muy buena narración de lo que dio de sí una operación de cataratas. Enhorabuena Francisco.
ResponderEliminarGracias Inmaculada. Hay que enfrentarse con el mejor humor posible a los momentos poco deseables y más si tienen, como en este caso, un final feliz.
EliminarEres único creando equivocos, que luego resuelves con un exquisito " savoir faire" ¡ genial!
ResponderEliminarGracias, Fátima. Lo he venido "escribiendo" mentalmente, mientras regresaba de la consulta en el hospital, conduciendo bajo la lluvia que hoy nos ha caído encima por aquí. Muchos besos.
EliminarExtraordinario relato, Francisco. Impecablemente escrito. Te felicito.
ResponderEliminarViniendo de alguien como tú, ese comentario tiene el doble de valor. Muchas gracias, Ángeles.
EliminarSabía que lo había leído antes, pero mira que me gusta. Enhorabuena otra vez Francisco, por ese final feliz...y que dure.
ResponderEliminarMuchas gracias, querida amiga. Doble gratitud por ser reincidente en tus comentarios.
EliminarLo expones tan bien, que no sabe uno si lo vive o lo piensa. Ni tampoco sí sucedió o no. De todas formas en tan gratificante su lectura, que te envuelve
ResponderEliminarMuchas gracias, Urbano. Sucedió, amigo, sucedió felizmente. Abrazos.
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