Yo disfruto la vida. Deseo sentirme vivo. Experimentar esa intensidad palpitante del silencio. Esa espesa y sedante atmósfera que me rodea e invade en la soledad callada de la madrugada. Cuando se alargan las jornadas, robando horas al día que viene, para prolongar el que se ha ido del reloj cayéndose del calendario. Entonces, me embarga el contacto con el cuerpo ausente y añorado. Siento el aliento y la respiración sosegada y durmiente del pecho amado. Sabores y olores se mezclan táctiles en la memoria de mi almohada.
Y escribo; porque, si leer es soñar, escribir es hacer realidad inolvidable los sueños. Así, entiendo que, si no me duermo, no es por insomnio. Es sólo porque me gusta vivir en eterna y amante vigilia. Estoy vivo. Y lo vivo un poco más al escribirlo en este presente avaro, restando horas al futuro para aumentar mi pasado cuando me leas.
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