El Rincón del Nómada

El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)

miércoles, 20 de febrero de 2019

Olvidar

El suave vuelo de los recuerdos. Mirada metafórica.

Cuando la vida enfrenta a situaciones de pérdidas dolorosas e irreparables —a veces, varias diferentes y concentradas en breve espacio de tiempo— acostumbra a aparecer alguien, siempre bienintencionado, que te ofrece consuelo con el clásico consejo de "olvidar lo malo y recordar sólo lo bueno". Como si fuese posible separar lo agrio de lo dulce en el conocido plato de pollo de la gastronomía china, una vez condimentado. No, no es posible.

Recordar es inevitable. Y olvidar no es fácil. Nunca lo fue. Ni lo será. Para olvidar es imprescindible recordar qué hay que olvidar, así como recordar lo que no hay que olvidar.
                                 
Pero es difícil. Muy difícil este aparente trabalenguas paradójico con el que, en ocasiones, nos despierta y agita la existencia.

Arrancar un pedazo del alma siempre deja heridas. Y duele.

El olvido pelea con lo más profundo de nuestro ser y se abre paso en forma de cristales rotos que se clavan al resbalar por las mejillas, hiriendo de sal. Disparando a quemarropa al presente. Haciendo inútil el silenciado adiós que quemó los labios y acuchilló la comprensión.

Y uno se queda así, intentando entenderlo para poder olvidarlo, con el pecho encogido. Sin salida... En el estruendo del silencio.

Olvidar es desear el cielo de un libro nuevo para dejar atrás historias viejas. Decoloradas. Muertas. De las que dicen que nunca se olvidan... porque "eran para siempre". Y es cierto. Es sentir el fuego implacable de un infierno donde se queman las alas del alma. Devorándonos.

Olvidar es mirar al infinito. Y no ver nada. Dejar en un pozo profundo y oscuro lo vivido. Mientras ahoga. Vaciar lo que ayer nos llenaba.

Olvidar es arrancar. Rabiar. Golpear. Gemir. Desgarrar. Congelar. Horadar. Aplastar. Caer. Caer. Caer... Y en esa caída. Dejarse la piel a tiras; desgarrada. Sin aceptar. Sin entender. Absurdo, porque, mientras, si se intenta entender, se impide el olvido.

Olvidar es convertir el todo en la nada. Y la nada en despedida aceptable, asumible. Y renacer, si ello es posible. Porque olvidar es muerte. Muerte en vida. Y la muerte no se olvida.

Por eso, prefiero recordarlo todo y, con lo aprendido, enriquecer la experiencia para el resto de mi existencia.

FRM [30/01/2019]

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