Imagen de archivo. Eliminación del nombre de Akenaton en los muros |
Como muchos sabemos, en la admirable historia del Antiguo Egipto se practicaba un rito constitutivo del peor y más cruel de los castigos que podía imponerse en una tradición cuyo máximo anhelo era la inmortalidad: La destrucción total de la existencia del condenado, borrando su memoria. Condena que, más tarde, fue adoptada por el Imperio Romano. Quizá en ello se encuentran las raíces ancestrales más profundas de nuestra expresión convencida de que nadie muere por completo mientras es recordado por quienes le amaron en vida.
Pues bien, en aquella asombrosa y milenaria cultura, cuando los sucesores de algún faraón consideraban que no era merecedor del privilegio de la inmortalidad que confiere el ser eternamente recordado, desde el odio justiciero a su memoria procedían a la destrucción sistemática de toda inscripción en la que apareciera el nombre del sentenciado al más absoluto y cruel de los olvidos. Borrando su nombre de monumentos y muros se pretendía suprimir para siempre todo vestigio de su pasado, presente y futuro. Tal fue el caso del, paradójicamente famoso en la actualidad, faraón hereje Akenaton...
Y digo "paradójicamente", porque este caso, que no fue el único, no sólo no desapareció de la memoria, sino que se trata probablemente de uno de los más conocidos y recordados hasta nuestros días. ¿Por haber sido el antecesor del no menos famoso Tuthankamon? ¿Por haber sido el afortunado esposo de la bellísima y mítica Nefertiti? ¿Por liderar e imponer la herejía monoteísta del culto a Atón contra el clero todopoderoso de Amón? ¿Por desempeñar un papel de gran importancia y protagonismo en "Sinuhé el Egipcio", la maravillosa novela histórica de Mika Waltari?
Sea como sea y por lo que sea, es gratificante alcanzar la conciencia cierta de que la supervivencia en la memoria de aquellos a quienes interesas de verdad no depende de que el nombre propio se conserve o no grabado y visible en los muros, y menos si son algunos de la red social facebook, donde el mecanismo del "bloqueo justiciero" ha venido a sustituir al cobarde mazo y el vengativo cincel.
Sin duda alguna, es mucho más importante y memorable SER que estar.
FRM [11/08/2013]
SER con mayúsculas, lo eres estés donde estés. Para ejemplo, tú, estimado nómada.
ResponderEliminarAl menos eso intento. Muchas gracias, querida amiga.
EliminarDices bien y dices verdad...y como lo que importa es estar, aquí estamos los que gustamos estár contigo.
ResponderEliminarUn abrazo...
Reme.
Y no te puedes imaginar como agradezco la presencia de quienes demuestran que me aprecian y valoran. Gracias, querida amiga Reme.
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