El Rincón del Nómada

El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)

sábado, 23 de abril de 2016

Memoria ausente

"Memoria ausente". Obra propia, pastel y tinta china, 1973

Ella le vio antes de verle,
le sintió en la distancia.
Con intensidad imposible
supo saber lo que ni él sabía.

El silencio de la noche empaparon de luz cegadora
y con risas cantarinas, húmedas de felices lágrimas,
pintaron juntos los días
antes monótonos, grises y oscuros.

Ella leyó en sus ojos de dulce mirada
más palabras de las que pueden decirse,
alegres, tristes, de esperanza y desesperadas...
siempre tiernas y amantes.

Y, con labios y piel fundidos, compartieron
susurros de ternura y pasión arrebatadas,
torrentes de entrega concedida y negada.
Sucesión de seducción y retirada.
Locura de amor y dolor en subidas y bajadas.
Almas gemelas distantes y enamoradas.

Y, ahora... en el frío del vacío,
con el sabor de su olor y el aroma de su sabor,
se ha apagado la voz
y encendido la distancia...
por el fuego de otra voz
que caldea su seductora estancia.

¿Cómo quieres que él lo entienda?
¿Cómo aceptar el nada liviano peso
que todo eso tiene
en la desequilibrada balanza?

Por favor, dile algo, lo que sea...
pero, sobre todo,
no le digas nunca
que las cosas siempre cambian.

FRM [23/04/2013]

Hablan las margaritas

No hay odio ni cruel rencor
No queda en mi alma sangre
Sólo fuego de amor
que intensamente arde.

No hay olvido ni queda rabia
sino deseo de lengua sabia
que húmeda mi sed desborde
y borre el viejo gusto salobre.

No tiñe otro sabor mi boca
no hay color que se repita
cuando la noche me llena de luz loca
al hablarme las margaritas.

FRM [23/04/2016]

(Foto de archivo)



viernes, 22 de abril de 2016

Emociones en silencio

Foto propia, desde mi ventana

Emociones...
Densidad incandescente, corazón evanescente, sangre caliente, presencia complaciente.
Perturbadora ansiedad impaciente, calor en el vientre y alma que grita silente.
Cielo cómplice que observa imponente, espejo de amor confiado y eternamente esperado... aplazado.
No hay palabras que expresen el húmedo temblor en la mirada. Grandiosa simbiosis ensamblada.
Dedos torpes sobre el teclado, incapaces de describir lo sentido... el impacto de lo llegado.
No es suficiente...
Porque sólo la mirada y el silencio de un beso pueden expresarlo.

FRM [22/04/2016]

miércoles, 20 de abril de 2016

La niña de los cajoncitos

Érase una vez, una dulce y bella niña que tenía el mismo encanto que los preciosos muebles llenos de múltiples cajoncitos que parecen tener capacidad ilimitada para contener cuanto se desea de forma ordenada.

La niña era muy feliz con sus cajoncitos. A lo largo de cada día, los meses y los años, iba colocando en los correspondientes huecos, con letra de cierto orden y música de concierto ordenado, todas y cada una de las fichitas con el detalle de sus obligaciones y devociones que debía o quería ir atendiendo adecuadamente y criterio bien entendido.

Es cierto que, en ocasiones, se le embrollaban un poco las fichas, alterando su orden o requiriendo más dedicación de la prevista inicialmente; debido a ello, su grosor aumentaba restando capacidad de atención o demoras de lo mismo a las otras. Eso agobiaba mucho a la propietaria de los cajoncitos que, al irse llenando, hacían cada más difícil y agotadora la pretensión inicial de gestionar todo con el orden y satisfacción que la apariencia sugería...

La niña, fue creciendo y creciendo, a la vez que crecían y crecían el número de fichas de sus tareas y contenidos de sus cajones... Casi sin darse cuenta, se convirtió en una espléndida mujer, pero ¡oh! el mueble de los cajones, seguía teniendo la misma cantidad de ellos y muy pronto comenzaron a abarrotarse con agobiantes fichas pendientes que se superponían, porque en ellos sólo entraban más y nuevas responsabilidades, ocupaciones y deseos, pero ninguno o casi ninguno dejaba de ocupar el espacio en el que llevaban tiempo instalados... más o menos atendidos, mejor o peor, pero cada vez con mayor esfuerzo y frustración si el tiempo no daba para todo... Y no daba. 

Porque, para su desesperación, no existía más que un pequeño cajón del tiempo, conteniendo únicamente veinticuatro improrrogables horas por día y, al agotarlas en su mayoría, apenas quedaba espacio para el imprescindible descanso que reclamaba su ineludible atención y entrega, desde la acogedora penumbra del correspondiente cajoncito, tentadoramente acolchado.

Así, lenta pero inexorablemente, la lozana y hermosa mujer en que se había convertido la niña, comenzó a marchitarse, desbordada por el abarrotado contenido de sus cajones y el agotamiento demoledor que le producía lo inalcanzable de su pretensión de "llegar a todo", bajo la presión de interminables y aplastantes jornadas.

Entre lo que debía y lo que le apetecía, se sumaban dedicaciones que iban consumiéndola por el esfuerzo. Tan titánica era la agotadora suma de lo que se esforzaba por hacer, la ansiedad por lo que no alcanzaba a realizar y el cansancio que ambas cosas le producían.

Y lo peor es que, a pesar de ser consciente de ello, no llegaba a tomar la necesaria conciencia de que sólo su propia decisión y firme voluntad en la ejecución de las decisiones, podían poner remedio a la agobiante situación que había tomado el control de su vida y seguía creciendo, como un monstruoso caníbal devorador al que seguía alimentando, cada vez más debilitada, haciéndolo más grande y fuerte... con menos posibilidades de vencerlo y llegar a controlarlo. Porque lo paradójico es que se engañaba creyendo que sí lo hacía.

Con frecuencia, nuestra amiga se llevaba algún disgusto al comprobar que antiguas fichas se habían deteriorado con el transcurrir de los años, tornándose de color envejecido, lectura borrosa, olor rancio, sabor caduco a decepción y acusada deformación hasta ocupar un espacio distinto y desmesurado o molesto en el cajón en el que se conservaban... Su contenido parecía haber cambiado o ¿era ella la que estaba cambiando?

Fuese como fuese y por lo que quiera que fuese, la realidad del presente modificaba la percepción del pasado y eso aumentaba el volumen de cuanto ocupaba un espacio cada vez mayor en sus abarrotados cajones.

Y entonces sucedió algo mágico y extraordinario que hizo tambalearse todos sus patrones de conducta, abriendo una nueva y luminosa esperanza.

De forma totalmente imprevista, o tal vez no, surgió un milagroso acontecimiento... Algo inesperado que, con rapidez inusitada, comenzó a aumentar su volumen en la vida de la protagonista de esta historia, amenazando con desbordar y comprimir, aún más, el resto de los contenidos almacenados en sus ya repletos cajones convertidos paulatinamente en peligrosos antropófagos existenciales.

La primera reacción de nuestra heroína fue de intensa alarma y desconcierto ante lo inevitable que, sin embargo, le generaba una gran incertidumbre fruto del conflicto entre la placentera atracción y el temor al riesgo de empeorar la saturación del sobrepeso vital acumulado.

Parecía que la vida conspiraba para complicarle la existencia una vez más... Precisamente en una etapa en que ya estaba pensando, con justificada inquietud no exenta de desasosiego, en que debía "recortar flecos" y liberarse de muchas de las obligaciones y dependencias derivadas de sus relaciones y compromisos del pasado, complicadas por un elevado sentido de la responsabilidad hacia los demás.

Pero el milagro no había hecho más que empezar a manifestarse, porque pronto, de manera insólitamente rápida, tomó la forma del mayor de sus cajones, con capacidad ilimitada para albergar y reordenar todo el material previamente acumulado.

Así, superada la sorpresa e inquietud inicial y aceptando el regalo que la vida le aportaba, nuestra protagonista decidió eliminar separaciones en su mueble para acoger al nuevo gran cajón dentro del que todo cabía y todo era posible... Al hacerlo, comprobó con sentimientos de paz, alegría y liberación que el contenido de los muchos cajoncitos que ahora sobraban al instalar el nuevo, podía y debía reducirse, rescatando lo que realmente merecía la pena mantener y haciéndolo fluidamente compatible con los nuevos hallazgos contenidos en el gran cajón recién estrenado, en el que todo era armónica y felizmente acogido.

Amorosa como era, no dudo en bautizar el inmenso nuevo cajón con el nombre de AMOR.

Al recolocar todo en AMOR, adquirió nuevos puntos de vista y de percepción que le permitieron ajustar los contenidos del resto de los cajoncitos independientes conservados; lo que, junto a los que se habían reordenado y depurado en el interior del nuevo, optimizó el equilibrio del presente, transformando la antigua ansiedad en paz y felicidad ilimitadas.

Y, de esta forma, se encontró serenamente consigo misma y, tomando conciencia, comprendió que cuando uno no controla libremente sus circunstancias, son ellas las que le controlan a uno mismo, privándonos de la deseable libertad. De manera muy especial, aquellas derivadas de los propios actos y juicios, de los que siempre somos responsables y que generan los "flecos" que es preciso afrontar, rematar y suprimir para ser plenamente feliz... sin miedos, con respeto, desapego y desde el permanente presente actualizado en el gran cajón del AMOR.

FRM [20/04/2016]


"Cajones caníbales", Salvador Dalí

Puerto de amarre

Foto propia. Puerto de San Vicente de la Barquera

Somos como barcos surcando los mares de la vida. Resistiendo los envites de duros oleajes, padeciendo lo inane de la calma chicha o navegando en bonanza con buen viento a favor.

Atrás van quedando singladuras, repletas de alegrías y sinsabores. Relaciones y evoluciones. Sorpresas y decepciones. Aciertos y errores... Con frecuencia, creemos que flotamos sobre las mismas aguas, pero es un espejismo, porque ellas siempre cambian aunque parezcan iguales, como nosotros mismos.

En el pasado recalamos en diversos puertos, donde siempre aprendimos algo nuevo de su cultura y sus gentes. Eso forma parte del bagaje de riqueza acumulado entre el sabor a salitre que impregna los labios.

Hasta que, finalmente, arribamos a puerto acogedor y seguro. Esa Ítaca que siempre ha sido el objetivo. Y allí echamos el ancla, descansamos y disfrutamos de cuanto hemos almacenado en la bodega, cúmulo de vivencias, aprendiendo a seleccionar gracias a lo aprendido durante la larga travesía. Sintiendo, reconociendo íntima y felizmente que, al fin, estamos en casa...

Ahora, cuando ya es mañana en eterno presente, no puedo encontrar mejor metáfora visual que la fotografía que inserto, con el deseo de que siempre podamos disfrutar de un punto de amarre, para reposar y repostar, cuando la dura navegación exija el descanso, después de haber atravesado tormentas y librado el azote de muchas tempestades que pronto serán sólo un recuerdo más.

"¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!
Terminó nuestro espantoso viaje.
El navío ha salvado todos los escollos,
hemos ganado el premio codiciado.
Ya llegamos a puerto."

(Walt Whitman)

FRM [20/04/2016]

martes, 12 de abril de 2016

Así soy feliz

El nómada en los jardines del Retiro de Madrid

No soy escritor,
me siento un sencillo escribidor
que aprende como lector
y así soy feliz.

Admiro todas las artes pero artista no soy,
aunque disfruto como artesano
ayer, mañana y hoy
y así soy feliz.

Amo la poesía
y, careciendo de formación y talento,
no renuncio al intento de hacerla mía
y así soy feliz.

No lo tengo todo
pero nada me falta
pues lo que soy me basta
y así soy feliz.

Con aciertos y errores,
he dado y doy
de cuanto tengo y soy
y así soy feliz.

No recibí fortuna
cuando la perseguía errado;
aprendí a recibir y todo me fue dado...
y así soy feliz.

Descubrí que amar es un estado
que sana de toda herida,
perdoné y deseo ser perdonado...
y así soy feliz.

Vivo muy agradecido
rodeado de amigos
que siempre me dan abrigo
y así soy feliz.

Así, entre luces y sombras,
voy tejiendo una alfombra
para volar sobre los ecos...
y así soy feliz.

Y, aunque cuelgan ciertos flecos,
quiero y puedo rematar mis costuras
bordando el destino que hace mi camino
y así soy feliz.

FRM [12/04/2016]

lunes, 11 de abril de 2016

Polisemia arriesgada

Todo error de comunicación implica un grado de riesgo, especialmente cuando no coinciden los criterios de interpretación entre el emisor y el receptor del mensaje.

Las cosas se complican en las ocasiones en que el propio mensaje es susceptible de ser entendido de diferentes formas, dependiendo de muchas variables incontroladas y, con frecuencia, incontrolables. Y, por supuesto, no hay que olvidar la influencia del medio (recordemos a McLuhan).

Tal es el caso paradigmático del uso frecuente de la expresión: "Te quiero".

Porque existen tantos grados, valores y matices en el uso del verbo querer, como personas, animales u objetos son queridos, así como según los contextos, momentos, hábitos y motivaciones en y por los que se conjuga. Y, por si fuera poco, unas veces se usa cargado de sentimientos de cariño y otras connotando una acepción de deseo de posesión. Lo que con frecuencia camina unido... por desgracia.

FRM [11/04/2016]

(Foto de archivo)

La venganza

Foto propia. Monumento al "Ángel caído" en el Parque del Retiro de Madrid

La denostada acción de vengarse queda legitimada cuando es ejercida como atributo divino o desde un poder terrenal, ateo o confesional, que se arroga tal potestad desde su particular legalidad coyuntural.

Para el común de los mortales es pecado, delito o ambas cosas. Y, casi nunca, satisfactoria; deja un sabor acre en la boca y un gran vacío en el estómago.

FRM [11/04/2016]

Hipocresía

Hipocresía
es clamar contra la guerra
y retener prisioneros.

Hipocresía
es maquillarse de libertad
y coartar la ajena.

Hipocresía
es defender la comunicación
y poner mordazas a traición.

Hipocresía
es hablar de amor y paz
manteniendo la guerra fría.

Hipocresía
es pedir perdón
y repetir la acción.

Hipocresía
es provocar desde la trinchera
golpeando con bandera blanca.

Hipocresía
es ofrecer flores
y negar el pan.

Hipocresía
es hacer daño a conciencia
con una sonrisa en los labios.

Hipocresía
es decir amar
y no dejar de dañar.

Hipocresía
es juzgar, condenar
y de igual forma actuar.

Hipocresía
es sonreír y besar
para la espalda apuñalar.

Hipocresía
es creerse las propias mentiras
para engañar a los demás.

Hipocresía
es aparentarse agradecido,
negando el pan y la sal.

Hipocresía
es el camino letal
hacia la infelicidad.

FRM [17/12/2014]

(Foto de archivo)

No salpiques

Foto propia, paseando junto a un lago

Si tomas impulso en el agua compartida, que sea para echar a volar... no para salpicar a los demás.

FRM [01/03/2016]

domingo, 10 de abril de 2016

Calor de amor

Foto propia, desde mi ventana

Hoy vuelve a hacer frío
pero yo no lo percibo.
Tengo cálida el alma
llena de amor amigo.

A quien quiero bendigo,
feliz con su paz y sosiego
que valoro merecido.
A quienes no me quieren estimo
pues ayudan a lograr mis objetivos
y me siento inmensamente agradecido.

Todo está en su sitio, en equilibrio,
en paz, en amor total, sea o no reconocido...
sinfonía de melódico ritmo.
Con miradas que acarician
y silencios que se besan, dando lo mejor de uno mismo,
cuando las palabras sobran
porque ellas, ni intentándolo, lo expresan.

La vida puede ser muy hermosa
y así la siento, alegre y sin pena,
en una risa contagiosa
envuelta en feliz voz de arena,
en la que se hacen visibles
mis más bellas huellas.

Y, doy fe, de que es posible,
por difícil que parezca si se seca un río.
lo veo en la luz de lo invisible...
aunque hoy vuelva a hacer frío.

FRM [10/04/2016]

sábado, 9 de abril de 2016

El faro

"El faro". Obra propia, aprovechando restos de paleta, 2000. Óleo sobre tabla, 8x14,5 cm

No brilla la luz del faro que me guiaba.
Ahora creo conocer la ruta.
Navego con los ojos cerrados,
siguiendo la corriente que me impulsa.

FRM [09/04/2013]

miércoles, 6 de abril de 2016

La niña que quería ser sirena

Érase una vez, una niña dulce, tierna y amorosa que soñaba con aprender a nadar. Su mayor anhelo era disfrutar en el agua como una sirena en el mar.

Lo había intentado muchas veces, pero sin saber de verdad cómo evitar tragar demasiada agua y sentirse ahogar. La angustia de aquellos recuerdos de malos momentos volvía a impedirle respirar, incluso cuando contemplaba hechizada el agua, durante horas, pero desde la seguridad de su orilla.

El temor a sus malos recuerdos era tan intenso que sólo se atrevía a entrar en las deseadas aguas aferrada a unos voluminosos flotadores de los que no osaba soltarse, embargada por las dudas, el miedo y la ansiedad.

Sin embargo, sus inquietudes no podían frenar sus deseos más profundos que se despertaban estimulantes, cada vez que escuchaba el susurro de los ríos o el suave canto de las olas marinas. Sabía que la llamaban. Y que algún día formarían un solo cuerpo armónicamente integrado en ese húmedo mundo. Pero esta convicción únicamente provocaba sus lágrimas de ansiedad que, al derramarse, aumentaban el ansiado caudal.

Un día, en el que, como tantos otros, se disponía a bañarse con sus colosales flotadores y estaba llorando por tener que usarlos, pero sin atreverse a prescindir de ellos, oyó sorprendida una voz que parecía dirigirse a ella, cargada de ternura y afecto...

— Bella niña, ¿por qué lloras?

Desconcertada y sorprendida, pues siempre buscaba la soledad para incubar sus sueños, miró en derredor, buscando el origen de la misteriosa e inesperada voz.

— ¿Quién eres? ¿Por qué me hablas?

Preguntó sin ver a su interlocutor, intrigada, pero en modo alguno asustada, tan dulce era el tono del invisible personaje.

— Estoy aquí, querida niña, en el agua. A tus pies. Soy un tritón que te ha estado observando desde hace mucho tiempo y quería pedirte que me enseñases a caminar en tierra firme. Me apasiona verte correr entre la hierba y las plantas, persiguiendo a las juguetonas mariposas y haciendo ramilletes de flores... ¡Me gustaría tanto acompañarte y jugar contigo!

Así se expresó el viejo tritón mientras salía del agua y posaba torpemente sus palmeados pies sobre la arena de la orilla, luchando a duras penas por mantener su inestable equilibrio en un medio que le era ajeno.

— ¡Es lo que más deseo en mi vida!Añadió con mirada dulce, implorante y esperanzada.

La niña, estupefacta, no podía dar crédito a lo que veía, oía y sentía. Nunca se había enfrentado a una situación como aquella ni a un personaje tan especial y diferente.

Superada la sorpresa, decidió que la experiencia podía valer la pena, si el tritón aceptaba el trato de que ella le enseñaría a caminar, correr y saltar, a cambio de que él le enseñase a nadar y bucear. A sentirse, por fin, como la sirena que soñaba. Al fin y al cabo, ninguno tenía nada que perder y era posible que mucho a ganar.

El tritón aceptó encantado el trato que sellaron con un cariñoso beso de complicidad y cogiéndose de la mano comenzaron ambos a caminar. A los pocos pasos, él tropezó y se cayó, arrastrando en su caída a la niña, con lo que ambos se dieron tal trompazo que quedaron compungidos temiendo que, tal vez, no había sido una buena idea el acuerdo que habían pactado...

Cuando se recuperaron del porrazo y para evitar nuevos riegos, la niña corrió a su casa y tomando unas viejas muletas de su abuelo, volvió junto a su amigo para que, con ellas, le fuese más fácil mantener el equilibrio.

En días sucesivos, la niña se calzaba sus aparatosos flotadores y se metía en al agua junto a su nuevo y ya muy querido amigo que se sumergía en su medio natural, silencioso pero con una mirada que la chiquilla no alcanzaba a interpretar.

Y así, durante varios días, fueron felices y rieron juntos, compartiendo momentos inolvidables sin temor a nuevas caídas, aunque las muletas y su manejo no permitían al tritón correr ni saltar junto a su joven amiga. La joven lo echaba de menos, pero comprendía que tampoco ella podía seguir las gráciles e ingrávidas piruetas de su compañero, cuando ambos se sumergían en el agua... Los flotadores se lo impedían; como las muletas de él, eran el precio por la inseguridad frente al miedo del riesgo.

A pesar de ello, un día observó en tierra que el tritón se movía con mayor soltura y agilidad de las usuales, dando la sensación de que las muletas eran más un lastre o un estorbo que una ayuda. Se quedó pensativa y...

Entonces, muy seria y razonable, le dijo a su amigo:

— Deja ya las muletas, abandónalas para siempre. Si dependes de ellas o crees que no puedes moverte sin ellas, nunca llegarás a hacerlo como yo lo hago y me frenarás a mí. Debes aprender a conocer este medio y conocerte a ti en tu relación con él. Olvida tus miedos. Elimina tus temores. Y, si te caes o tropiezas, no te preocupes; también me ocurre a mí. Es normal y hay aceptarlo. Sólo importa saber levantarse y seguir jugando. Con alegría para disfrutar de mi compañía plenamente y de todo lo que nos ofrece la Naturaleza.

(N.del A.: Seguramente la niña se expresó de forma más coloquial, pero ésta es una servidumbre del narrador que transcribe la historia. Espero que sea disculpada la licencia)
.

Aún no había terminado de decirlo, cuando observó estupefacta como su amigo se deshacía de las muletas y, después de alejarse, dando varios saltos con sus pertinentes piruetas, regresó corriendo con firme desenvoltura a su lado para decirle con la sonrisa pintada en la boca y asomando por la mirada:

— Gracias, querida niña. Al fin te has dado cuenta por ti misma. Te confesaré un secreto. Nunca necesité esas muletas, era tu forma de pensar y sentir quien las precisaba para ayudar a caminar a tu mente hacia la inteligente reflexión que me has regalado, creyendo que el necesitado era yo. Igual que con las muletas, sucede con tus flotadores. Ni con ellos ni desde la orilla, podrás conocer el fondo del agua que te atrae e ilusiona, mientras ella, paciente, te espera. Sólo empapándote, fundiéndote con ella, llegaréis a ser algo único que os hará felices a ambas... ¡Vamos al agua! 
Sin flotadores comprobarás que, sólo nadando en libertad, aprenderás a nadar, no tienes nada que temer. Debes ser consciente de que no te ahogaré ni te dejaré ahogar.

Y juntos corrieron de la mano para disfrutar del amoroso abrazo húmedo que por siempre compartirán y les acompañará. Fueron felices y comieron perdices... o sardinas, según los días.

La niña aprendió que hay que confiar para conocer. Porque, si se espera a conocer para confiar, nunca se logra lo uno ni lo otro.

Vale la pena tragar un poco de agua o tener algún tropezón.

FRM [06/04/2016]

(Foto de archivo)

El Principito, siempre

(Imagen de archivo)

Tal día como hoy, hace 73 años, se publicaba en Nueva York la primera edición de “El Principito" de Antoine de Saint-Exupéry.

A esta fecha, tras más de siete décadas desde la primera edición, “El Principito” es la obra más traducida del mundo y sigue vendiendo un millón de ejemplares cada año. Es lectura obligatoria en muchas escuelas y está considerada como la mejor del siglo XX en Francia.

Recupero de mi remota memoria dos fragmentos que ahora tengo muy presentes como base de reflexiones recientes.

"He aquí mi secreto; que no puede ser más simple: no se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos.
—Lo esencial es invisible a los ojos — repitió el Principito para acordarse.
—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
—Es el tiempo que yo he perdido con ella… —repitió el Principito para recordarlo.
—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…
—Soy responsable de mi rosa… —repitió el Principito a fin de recordarlo.”


[…]


“¡Ah, Principito, cómo he ido comprendiendo lentamente tu vida melancólica! Durante mucho tiempo tu única distracción fue la suavidad de las puestas de sol. Este nuevo detalle lo supe al cuarto día, cuando me dijiste:
—Me gustan mucho las puestas de sol; vamos a ver una puesta de sol.
—Tendremos que esperar.
—¿Esperar qué?
—Que el sol se ponga.
Pareciste muy sorprendido primero, y después te reíste de ti mismo. Y me dijiste:
—Siempre me creo que estoy en mi tierra.
En efecto, como todo el mundo sabe, cuando es mediodía en Estados Unidos, en Francia se está poniendo el sol. Sería suficiente poder trasladarse a Francia en un minuto para asistir a la puesta del sol, pero desgraciadamente Francia está demasiado lejos. En cambio, sobre tu pequeño planeta te bastaba arrastrar la silla algunos pasos para presenciar el crepúsculo cada vez que lo deseabas.
—¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!
Y un poco más tarde añadiste:
—¿Sabes? Cuando uno está verdaderamente triste le gusta ver las puestas de sol.
—El día que la viste cuarenta y tres veces estabas muy triste ¿verdad?
Y Principito no respondió. “


Al releer estos fragmentos me vienen a la mente algunas certezas transmitidas por el "zorro" que habita y crece en las propias experiencias.

No son rosas todas las plantas que lo parecen. Y, es frecuente que lo que creemos haber domesticado nos haya domesticado a nosotros. Porque el Principito y la rosa habitan inseparables, coexistiendo en la esencia del interior de cada uno.

De hecho, la simbólica metáfora de la rosa del Principito, ha sido interpretada de dos formas diferentes, aunque podrían considerarse complementarias. Por un lado lo que representa la rosa en si misma: la rosa representa la vanidad y el orgullo, por saberse única, por sentirse cuidada, sin darse cuenta de que en realidad toda su importancia radica en los cuidados que le da el Principito y que depende de él para poder vivir. En cierta forma, también representa el egoísmo, ya que la rosa sólo piensa en ella. No se da cuenta de que sin el Principito no es nada.

Sin embargo, por otro lado, está lo que representa para el Principito y, para él, es el AMOR. La rosa representa el amor puro, desinteresado, ese amor que está por encima de los propios intereses, o eso desea. Para el Principito, como lo cita Antoine de Saint-Exupéry, la rosa es única porque es SU rosa, aunque él sabe que hay muchas otras rosas... Pero ésta es a la que él le dedica su vida y todos sus cuidados. Representa también la lealtad, para el Principito su rosa es su responsabilidad, ya que la ve como débil, frágil e indefensa.

Por ello, es conveniente aprender a discernir entre los muchos y diferentes tipos y especies de rosas. Acumular conocimientos de botánica y saber aplicarlos convenientemente. Porque "domesticar" no es el camino, por muy metafórica que se considere la figura. Mucho menos, asumir la responsabilidad de perpetuar la propia domesticación de un cierto ego, bajo la apariencia de libre elección que impide aceptar que algunas rosas no lo fueron o se marchitaron y el espacio que ocupaban debe ser cedido a otras, más hermosas, fuertes y pujantes. De no hacerlo así, tarde o temprano, las puestas de sol serán una visión triste...

La gran Madre Naturaleza es la insustituible maestra que, con sus inequívocas señales y silenciosos mensajes, convierte a los seres humanos que no las ignoran en sabios agricultores e independientes y hábiles floricultores. Sus ciclos siempre iguales y siempre distintos, como el agua de los ríos que la fertilizan, son el libro que hay que aprender a leer, comprender y aplicar.

Hay tiempos de siembra, épocas de poda, etapas de cultivo y, finalmente, ese momento único de la cosecha. Instante efímero que, si no se atiende y ejecuta debidamente, hace inútil todo el trabajo previo, pues lo criado muere y se agosta, abandonado a su destino.

Se supone que decía el gran Walt Whitman (aunque el autor fue Robert Herrich):

"Coged las rosas mientras podáis
veloz el tiempo vuela.
La misma flor que hoy admiráis,
mañana estará muerta..."


Y es que, citando de nuevo al admirable pensador y poeta estadounidense W. Whitman:

"La vida es lo poco que nos sobra de la muerte."

Porque el tiempo lo usamos o nos usa. Y, finalizando con otro pensamiento de Whitman:

"No desfallezcas si no me encuentras pronto. Si no estoy en un lugar, búscame en otro. En algún lugar te estaré esperando."

Hay citas y reencuentros que están escritos indelebles y con la tinta verde de la esperanza en el libro del destino. Podemos acudir o aplazarlos de nuevo. Esa es la potestad y decisión de nuestro libre albedrío.

La clave es descubrir ese lugar, ese planeta. Sucede en contadas ocasiones; tan pocas veces que resulta difícil aceptar el hecho y sorprende, desconcierta. Pero un hecho es, incuestionable y evidente... Y lo sabemos.

Que las plantas del pasado no nos impidan cultivar hermosas y nuevas rosas en el presente y gozarlas en el futuro... libremente.

FRM [06/04/2016]

martes, 5 de abril de 2016

Las pequeñas cosas

Un recuerdo de hace tres años que se mantiene vivo en mi memoria y sigue haciéndome sonreír.

Aquel día, acababa de volver del pequeño supermercado en el que suelo comprar. Sólo necesitaba una barra de pan... que hacen muy bueno, por cierto. Sucedió así...

Dada mi pertinaz inutilidad para localizar lo que necesito en las góndolas y estanterías, como "soltero" debutante, ya me conocen y reconocen todas las jovencitas que allí trabajan y a las que consulto con frecuencia de torpe pertinaz. Y todas, sin excepción, me han regalado una luminosa sonrisa con su saludo al verme llegar.

Como sólo he comprado una barra de pan, el resto de los clientes que formaban larga larga y cargada cola en la caja de salida, me han dejado "colarme", sonriendo amablemente, dado lo exiguo de mi bagaje.

A la salida, me he tropezado con una señora muy mayor que peleaba con torpeza con su sobrecargado carro y el monedero en una de sus manos. Le he ayudado a llevar el carrito al coche en el que esperaba el anciano marido, cargando el contenido de otras bolsas...

La mirada y sonrisa de ambos, me han dicho más que sus amables palabras de innecesario agradecimiento.

Después he ido a Correos a comprobar si había llegado un libro que espero, recién comprado por Internet... La cartera, se ha desvivido por atenderme... rebuscando por todas partes con una cordial sonrisa. El libro no estaba, pero no me ha importado.

Ahora, al recordarlo, no puedo evitar sentirme feliz y sonreír. Cuesta muy poco, realmente.

Sonríe con la boca, sonríe con la mirada, sonríe con las palabras, sonríe con la voz... hasta cuando hables por teléfono; no se ve, pero se nota.

Moraleja: Si sonríes a la vida, ésta te sonríe a ti. Píntala con una sonrisa.

Muy feliz y sonriente día para todos los que esto lean... con la mano en el corazón y sonriendo.

FRM [27/03/2013]

Pintando sonrisas. Fotomontaje propio sobre "El caballero de la mano en el pecho" del Greco

domingo, 3 de abril de 2016

Libertad responsable

Foto propia, paseando libremente bajo mi ventana

Sin duda, es deseable disfrutar de toda la libertad que uno mismo se conceda, siempre que sea responsablemente.

Y pienso que no es responsable el auto engaño de pretender que esa libertad es el salvoconducto que puede llegar a provocar daño en aquellos que no la entienden ni la viven como nosotros... Y lo sabemos.

Ni es responsable no ejercerla desde la zona de confort de la inercia perpetuada, con similares y dañinos resultados... Y lo sabemos.

Sospecho que hay una suerte de recreo ególatra ¿inconsciente? o egoísta, en otro sentido, para sentirse en posesión de la patente de corso que nos permite utilizar, tal vez ignorar, o servirnos de la ajena libertad o carencia de la misma, para el objetivo de satisfacer el beneficio subjetivo de ejercer la nuestra, o dejar de hacerlo.

Porque, por mucho que vivamos y disfrutemos de nuestra íntima y libre individualidad, no podemos ni debemos ignorar que somos animales sociales. Miembros de un colectivo sujeto a normas, pautas de conducta, prejuicios, códigos, restricciones... claves de convivencia que, aceptables o no, admitidas o denostadas, están profundamente ancladas en todos y constantemente presentes en nuestras relaciones con los demás... Y lo sabemos.

Con los años y el camino recorrido, he aprendido que el inseparable binomio "libertad y responsabilidad" está incompleto si carece de un tercer valor que refuerza y sostiene los otros dos. El RESPETO.

Sólo el trípode que forman esos tres conceptos tiene la estabilidad necesaria y suficiente para soportar con firmeza la fuerza de gravedad social que tiende a desestabilizar a quien busca y persigue su propio equilibrio; inevitablemente mucho más frágil cuanto más provoca el desequilibrio de otros. Sea con efecto inmediato o diferido, pero siempre insanamente prolongado.

No puedo evitar recordar aquella antigua frase que se nos inculcaba en la educación infantil, cuando ésta sí educaba... "La libertad de uno mismo termina donde empieza la de los demás". Ahora entiendo bien que es una gran verdad que contiene y sintetiza el razonamiento que trato de expresar y desarrollar hoy aquí.

Esto último me hace pensar en algo tan relevante como el discernimiento lúcido, entre lo que realmente provoca la libertad de nuestros actos en los demás y lo que los demás tienden a imputar como consecuencia inmediata y efecto directo e inevitable de la libertad de nuestros actos, haciendo depender la suya de la ajena de manera perversa que, aunque sea inconsciente, contiene el germen de la más intolerante dependencia y la nefasta necesidad de culpabilización externa de todo lo que, con frecuencia, nace y anida en el propio interior.

Así nos encontramos frente a un arriesgado juego que reclama mucha atención, análisis y serena capacidad crítica. Frente a él, sólo hay una regla posible, la HONESTIDAD. La persecución constante de la impecabilidad en el propio comportamiento, alimentada por la ética y la estética. Parece fácil, pero hasta ese loable voluntarismo se torna difuso y confuso con frecuencia; porque, nos guste o no, la naturaleza humana contiene siempre la dualidad que retrató magistralmente el gran Robert Louis Stevenson en su terrorífica novela "EL EXTRAÑO CASO DEL DOCTOR JEKYLL Y MR. HYDE".

De no actuar así, estaremos siempre corriendo el riesgo ser percibidos como incoherentes, o algo peor, aunque seamos fieles a nuestra propia coherencia. Perderemos el derecho a lamentar el daño que podamos causar, a pesar de no haber germinado inicialmente en nuestra intencionalidad, porque, por mucho que lo neguemos, siempre podemos y debemos conocer el alcance de nuestros actos, de nuestras palabras o de nuestros silencios, así como la necesidad de coherencia entre ellos, según los patrones de quienes los reciben. Y lo sabemos.

La libertad, a secas, no es excusa ni justificación y nos pasa factura cuando se ejerce sin tener en consideración las consecuencias derivadas. Ello nos hace cómplices de la respuesta ajena y partícipes de las emociones generadas. Siempre. Y lo sabemos.

Desde el libre albedrío creamos nuestra realidad, tanto más fértil y feliz si no olvidamos la conciencia de que también afectamos la de los demás, a los que debemos respetar a pesar de que podamos no hacerlo con sus propias y enquistadas convicciones que rigen las pautas de su conducta y los juicios sobre las ajenas.

Es por ello que el acto, supuestamente altruista, de DAR puede ser el más egoísta, al convertirnos en únicos receptores de la satisfacción autocomplaciente de realizarlo. Porque no nos planteamos la realidad de que no querremos o podremos responder a las expectativas provocadas en quien recibe lo que damos o lo que le aceptamos recibir. Y lo sabemos.

Seamos honestos. ¿Estamos sinceramente convencidos de que "el problema está en el otro" porque no es capaz de entender el alcance y límites de los sentimientos desde los que damos o aceptamos complacientemente? Tampoco es de recibo la autocompasión del recurrente y victimista "el problema soy yo", cuando se reitera una y otra vez.

La libertad responsable es el mejor de los caminos para el AMOR, sin duda. Pero con la conciencia de que el amor no es sólo dar y recibir felicidad, sino también y complementariamente, está en evitar y no causar dolor.

Dar amor y aceptarlo del otro, para después retirarlo unilateralmente, dejando vacío y frustración, no es un acto de libertad, es un gesto egoísta que falta al respeto hacia uno mismo y el que se debe al prójimo, tanto más cuanto más próximo.

La batalla no es con otros. Nuestra defensa no está en no compartir sus reacciones ni en ser crítico con ellas. El territorio de combate está dentro de cada cual y en esa intimidad interior hay que librar la lucha, sin ceder al placer inmediato del señuelo de los propios deseos ni de los falsos y dañinos éxitos o triunfos externos que pueden alejarnos de nosotros mismos en el reflejo que proyectamos, ni abandonar el camino por los miedos heredados del pasado indeseable o por el temor a perturbar la enquistada "zona de confort". Y lo sabemos.

No es una guerra breve ni fácil. Es una pelea que se libra día a día, con avances y retrocesos, por supuesto. Aunque, por mi parte, pretendo, espero y deseo no rendirme nunca, aprendiendo agradecido de cada uno de mis errores y esperando ser perdonado por sus consecuencias indeseadas.

Salud y paz.

FRM [02/04/2016]