El Rincón del Nómada

El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)

martes, 11 de noviembre de 2014

El primer beso

Cuando, por fin, se cumplió el destino inexorable y llegó el anhelado momento del primer encuentro, todo desapareció a su alrededor. Ambos quedaron sumidos en la silente inmovilidad de una dimensión espaciotemporal distinta y distante, en la que sólo tenían cabida ellos dos y sus sentimientos… tanto tiempo incubados y contenidos.

Impulsados por una fuerza irresistible, se fundieron en un estrecho abrazo, sin palabras, dejando que las miradas y la presión de los cuerpos enlazados expresasen todo lo que no se puede definir con la voz.

Ella hundió la cabeza en el pecho acogedor que él brindaba incondicional, mientras le besaba tiernamente sus suaves cabellos. Al instante, las miradas volvieron a encontrarse durante los segundos previos a que los párpados las ocultasen mientras sus bocas se buscaban recíproca… ansiosamente.

El besó los carnosos y dulces labios que, temblorosos, se le ofrecían en la boca entreabierta y anhelante. Lo hizo con una suavidad infinita. Tenuemente, rozándolos apenas. Con la amorosa suavidad del vibrante aleteo de una mariposa. Una y otra vez, más que un beso era caricia. Húmeda y pertinaz. Una y otra vez… y otra.

Demorando otras urgencias, en un vano intento de eternizar el momento, los labios de él se apropiaron con tierna posesión del inferior de ella, permitiendo que el suyo superior se introdujese en la ansiada cavidad. Ambos se mordieron sin dientes, succionándose, extrayendo el delicioso sabor mutuo con gula contenida. Él paseó la lengua sobre el que aprisionaba, añadiendo humedad a la previamente bebida, surcando la totalidad del carnoso recorrido hasta las comisuras y rebasándolas para alcanzar la piel de las zonas limítrofes del rostro. Sintiendo el mismo efecto de la acción que ella dedicaba a su labio superior.

Al cabo, temblorosos hasta dificultar la verticalidad, con la respuesta empapada de sus órganos más íntimos, amenazando con desbordarse incontenibles, ahogándose en la agitada respiración compartida. Apropiándose del aliento del otro, respirándose los anhelos…

No pudieron resistir más y ambas lenguas se entrelazaron en el interior de las bocas que ahora eran una. Bailaron abrazadas la danza del amor eterno que se saborea en las profundidades del otro, sumergidos hasta el dolor de los músculos faciales, degustándose hasta el hartazgo sin alcanzarlo nunca, porque antes lo detiene el enloquecido corazón que reclama un segundo de tregua para recuperar sus acompasados latidos.

FRM [19/04/2009]

"El beso". Picasso

2 comentarios:

  1. Fátima Reyes García11 de noviembre de 2014, 21:35

    No sabes las ganas que tenía de leerte en este registro Fran,¡me ha emocionado infinitamente!...la nube negra pasò,que no me entere yo que te vuelve a faltar chocolate...

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