El Rincón del Nómada

El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)

domingo, 6 de noviembre de 2016

El mundo del revés

"El mundo se ha vuelto del revés... tiene la cabeza donde tienen que estar los pies".

Por una de esas travesuras de la mente, ha brotado desde mi memoria inconsciente la cantinela de la frase inicial que, como un mantra musicalizado, entonaban a coro los protagonistas de una excelente adaptación teatral de la obra "Ricardo III" de Shakespeare disfrutada en un pasado que se me antoja ya remoto.

Tal vez, la razón oculta sea la toma de conciencia de una curiosa paradoja. Hay momentos vitales en los que, quien dice amar, engaña, hace daño, atormenta y clausura todo contacto; mientras que, quien estaba en las antípodas, acoge, conforta y apoya, desinteresada y generosamente... O sea, el mundo del revés.

"Ricardo III" narra una historia sobre el poder y la ambición ciega, sobre nuestra confianza y la falta de escrúpulos ajenos, sobre los fines y los medios de quien no respeta valores, lealtades ni afectos con tal de conseguir sus ególatras objetivos... En definitiva, algo que no está tan lejos de nuestro momento histórico ni de nuestras vivencias personales en la actualidad.

Una historia con argumento siempre presente y premonitorio. Porque en la vida, como en el teatro, lo que impera son las tablas que se tienen a la hora de representar el personaje elegido, para conseguir trasladar al público la ilusión engañosa que convence a los espectadores de que quien actúa es quien aparenta ser y no quien realmente es... Aunque algunos terminen sus días apresados en el escenario y tan trastornados en su autocomplaciente fantasía como Johnny Weissmüller, saltando de cama en cama, colgado de las lámparas, y locamente convencido de que en realidad él era "Tarzán", el famoso personaje de ficción que tantas veces interpretó en el celuloide.

Resulta muy arriesgado interpretar durante muchos años el mismo papel, repitiendo una y otra vez las mismas situaciones, iguales gestos y posturas, e idénticas palabras, aunque sea para públicos diferentes que van rotando periódicamente en cada representación o se encuentra enquistado en la eterna obra que se mantiene año tras año. Llega un momento en que el personaje fagocita a la persona que pudo haber sido el actor, el público se aleja y únicamente queda la reiterada, solitaria y hueca carcasa... en un mundo del revés.

Un personaje que envejece inexorablemente a pesar de sus muchas tablas e infinidad de reiteradas representaciones, eso sí.

FRM [06/11/2016]

Foto propia, paseando sobre muchas tablas... ajenas.

4 comentarios:

  1. me gusta tu manera de escribir
    Tienes un blog fenomenal

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu halagador y estimulante comentario, "RECOMENZAR".

      Eliminar
  2. El amor nos hace egoístas, quizá por eso el desencuentro, ofrecer apoyo desde la distancia en una relación de amistad es mucho más factible.Aunque estoy de acuerdo con tú planteamiento, vivir fingiendo, interpretando todo el tiempo es agotador y muy complicado.
    Un placer leerte.
    Reme.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pienso que el amor no nos hace ser egoístas, sino la atracción del deseo apasionado, el enfermizo estado de enamoramiento. Gracias por dejarme tu huella, amiga Reme.

      Eliminar