Pienso que los comportamientos de los seres humanos son la consecuencia de una compleja hibridación que, a lo largo del aprendizaje y evolución personal más íntima, nos conduce a estados anímicos y emociones complementarias, aparentemente contradictorias en ocasiones... o, quizá, no tanto.
Carezco de la brillantez y conocimientos para describirlo con precisión y rigor con la pobre herramienta de mis palabras, pero sin duda alguna, puedo sentirlo y, en consecuencia, intentar transmitirlo.
Probablemente esa característica híbrida que mencionaba inicialmente, podría definirse como la mixtura inseparable entre la parte más imperfectamente humana y, la chispa de potencial trascendencia espiritual o de divinidad que todos llevamos dentro... Con la simplificación de esta dualidad espero evitar mi irrupción en jardines para cuyo análisis y cultivo no me siento cualificado.
Como
"doctores tienen las diferentes iglesias" y de todos y todas me encuentro y siento muy alejado, intentaré evitar las terminologías habituales que circulan, tanto de antiguas liturgias, más o menos revisadas, como en los abundantes mensajes alternativos que inundan Internet.
Con ese propósito, si lo consigo, me centraré en algunas de mis más profundas convicciones, así como en las experiencias de esas aparentes contradicciones, citadas al comienzo, y que se suelen manifestar en las relaciones de amor con otras personas, en cualquiera de sus diferentes posibles manifestaciones, sean de pareja, de amantes o simple amistad asexuada.
Y es en la evolución y posible confrontación que se suscita en esas relaciones, donde percibo con mayor nitidez lo que intento razonar. Porque, la dualidad intrínseca de cada uno, trasladará las conversaciones, argumentos, diálogos o discusiones... y, por ende, los sentimientos, de uno a otro estadio. Desde y hasta la parte humana o desde y hasta la divina, siendo inevitable la combinación de ambas, esencia y potencia, en y entre los dos intervinientes implicados.
Pero, no nos engañemos, el esquema no es lineal ni unívoco. Todos los estímulos emitidos y recibidos, así como sus respuestas en fondo y forma, se entremezclan y cruzan constante e inevitablemente, como hemos dicho, en paradójicas y aparentemente contradictorias situaciones, en las que se mezclan lo reactivo con lo proactivo, la intolerancia con su antinomia... lo más
carnalmente humano con lo más
espiritualmente divino. Y, posiblemente, en necesaria complementariedad, como en los juegos visuales de formas y fondos, fondos y formas, de la psicología
Gestalt.
Así, considero perfectamente posible y comprensible que se sientan simultánea o alternativamente, emociones de dolor y tristeza, resentimiento e, incluso, de indignación ofendida, con las más elevadas de paz, desapego, aceptación y la plena comprensión de estar viviendo
un momento de aprendizaje y evolución hacia una
nueva etapa existencial más acertada y mejor... juntos o separados.
Ignoro si he conseguido hacerme entender, pero el intento me ha permitido comprender que lo mejor de uno mismo, lo llamemos como lo llamemos, debe siempre prevalecer para mejorar y crecer. En el fondo, se trata siempre de lo que ya abordé en este mismo lugar, con el título
"La Humanísima Dualidad",
cuyo enlace dejo aquí para los más curiosos.
Como se ha dicho y escrito reiteradamente,
"los caminos del Señor son infinitos" y lo importante es recorrer cuantos más mejor, cuidando siempre el constante y más reflexivo paso, prudente y firme, en el caminar del peregrino, acumulando riquezas en cada singladura de la travesía, hasta alcanzar el puerto definitivo de la
Ítaca personal que
Konstantinos Kaváfis, versificó maravillosa y certeramente.
Y, siempre, desde
la libertad responsable, sin olvidar la coherencia con la mayor y más honesta autenticidad debida a uno mismo, cuando nos enfrentamos a decisiones complejas en las situaciones que requieren tomar uno de dos caminos divergentes e incompatibles.
FRM [28/08/2016]
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Foto propia. La vida abre caminos diversos desde y hasta el centro de uno mismo. |