El silencio del peregrino solitario es la mejor compañía para la ruta del aprendizaje, la observación, la reflexión y el desarrollo de la creatividad. En este rincón del nómada se irán depositando pensamientos, reflexiones, relatos, poemas, fotografías, dibujos, pinturas... y cualquier otra forma de expresión creativa de su autor que, con esta iniciativa, dejan de ser un acto íntimo y privado para convertirse en público y amistosamente compartido.
El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)
Si los simpáticos Pedro Picapiedra y Pablo Mármol hubiesen querido cumplir con el precepto de la misa dominical, sin duda habrían frecuentado templos rupestres, similares a los de los Santos Justo y Pastor de Olleros de Pisuerga o el de Santa María de Valverde en el bello valle cántabro de Valderredible, a los pies del Mirador de Valcabado, así como otras muchas iglesias y eremitorios rupestres menos significativos pero muy interesantes que santifican grutas y cuevas, abarrotando la Montaña Palentina y la vecina Cantabria. Tanto Olleros de Pisuerga como Santa María de Valverde, se encuentran a escasos kilómetros de Revilla de Pomar, pequeña pedanía que ha quedado reducido a residencia de veraneantes al ir reduciéndose la actividad agrícola y ganadera de las que quedan escasos vestigios.
Petra, la antigua ciudad rupestre de los nabateos, en Jordania
Como la antigua capital del reino nabateo en Jordania, la ciudad de Petra, estos templos no están “construidos con piedra”, sino excavados y esculpidos en la propia piedra, aprovechando, conformando y adaptando las oquedades naturales de las primitivas cuevas existentes.
La Iglesia de los Santos Justo y Pastor está situada en la pedanía de Olleros dePisuerga, en el municipio de Aguilar de Campoo y está considerado uno de los conjuntos eremíticos más importante de la Península. Se trata de un relevante ejemplo de la arquitectura rupestre del valle del Pisuerga, excavado en un promontorio de piedra arenisca. Asociada a la iglesia, se encuentra una necrópolis con sepulturas antropomórficas y de bañera, así como varios habitáculos en cuevas anexas.
La iglesia rupestre de Santa María de Valverde, en el término municipal de Valderredible (Cantabria), fue declarada Bien de Interés Cultural en 1985. Desde Revilla de Pomar hay que tomar la carretera que va desde Quintanilla de las Torres (Pomar de Valdivia), cerca de Aguilar de Campoo hasta Polientes, capital del municipio de Valderredible.
La iglesia de Santa María de Valverde es la más grande de estas construcciones. Todavía se usa como templo parroquial. En la parte exterior tiene una espadaña de época románica y, como ocurre en otras manifestaciones rupestres del norte peninsular, hay tumbas antromorfas altomedievales excavadas en la roca. En el interior, tiene dos naves, separadas por pilares cuadrados y cubierta parecida a una bóveda de cañón. Parece que pudo tratarse de dos iglesias pareadas, cuyas cabeceras son distintas.
Junto a la iglesia se alza el "Centro de Interpretación de la Arquitectura Rupestre", dependiente del Gobierno Regional de Cantabria.
En definitiva, estamos ante dos joyas curiosísimas y muy interesantes que se engarzan en el numeroso conjunto de eremitorios rupestres menores que rodean Revilla de Pomar, el pequeño pueblo que fue mi hogar durante casi siete años.
Es más que recomendable una visita a todas ellas, disfrutando de un paisaje espléndido y una tranquilidad paradisíaca.
Zapatillas usadas,
pisando en música suave.
Un sofá confortable,
piernas entrelazadas.
Lectura compartida,
letras susurradas.
Un beso se desliza
fugaz como una mirada.
Dos generosas tazas de té
que calientan las ganas.
Sonrisas cómplices
de anécdotas recordadas.
Conversación interminable
sobre historias de todo y nada...
Un viejo chándal con "bolas",
crecidas como venerable barba,
envoltorio sugerente,
más que una blusa escotada,
anunciando el privilegio
del encanto enmascarado.
Risas a carcajadas
que descansan en sonrisas,
ponen música de fondo
a la interminable charla.
Y después...
Paseamos de la mano
para dar envidia al mundo.
Foto propia. Revilla de Pomar, en la Montaña Palentina
Esta madrugada ha nevado intensamente. Comienza a clarear el día, las sombras fantasmales se vuelven sólidas y los copos han decidido quedarse en el cielo. Poco después, ha amanecido un nuevo día perezoso. Con el frío silencio pintado de blanco y recios contrastes.
Remolón, envuelto en el calor y olor de tu piel, simulo estar despierto mientras miro por la ventana y contemplo el algodón que viste de blanco luminoso el primer instante del resto de mi vida... sin puntos suspensivos.
Hubo una época de mi vida profesional en la que me vi obligado a participar en interminables y, con demasiada frecuencia, aburridas reuniones de trabajo.
Muchas de ellas eran inútiles y soporíferas, cuando no verdaderamente surrealistas, con eternizadas negociaciones entre la parte contratante de la primera parte que no había forma de que llegase a nada concreto con la parte contratante de la última parte... Otras eran tan anárquicas, desquiciadas y delirantes como cierto famoso camarote...
En esos tediosos momentos, antídotos del insomnio más recalcitrante, era cuando mi mente se alejaba y la mano lo testimoniaba... discretamente, "tomando notas" de las que aún conservo restos.
Aquel lunes de principios de la década final del siglo pasado, recibí una llamada inesperada de mi secretaria que, con voz angustiada y temblorosa me conminaba a acudir urgentemente a la oficina. El motivo de su estado: Aparentemente habían entrado a robar en mi despacho durante el fin de semana.
He diferenciado con toda intención mi despacho del resto de la oficina, porque fue sólo ese ámbito el que había sido violado y devastado por los supuestos ladrones que, sin embargo y como comprobé después, no se habían llevado ninguno de los objetos de valor que allí había... Cuando ordené el desolador panorama, sólo faltaban ciertos documentos que, por fortuna, había fotocopiado con intuitiva previsión.
Mientras me daba una ducha de emergencia, se mezclaban en mi cabeza el impacto preocupado e indignante de la reciente noticia con las emociones vividas durante el fin de semana que había pasado en Francia, en un paraje aislado y cercano a Nimes, invitado en la impresionante vivienda de un gran amigo y maestro, filósofo, alquimista, naturópata y sanador, además de miembro notable de una logia masónica y enlace o colaborador del Mossad en España, entre otras muchas cosas.
Tanto el personaje como la casa y su entorno, así como mis experiencias allí vividas y, desde luego, lo concerniente al extraño robo de mi despacho, merecen un libro aparte. Pero, como suele decirse, esa sería otra historia que tal vez algún día narre en clave de ficción, para hacer creíble lo que, con frecuencia, la realidad ha superado.
¿Entonces a qué viene el preámbulo? Pues, a que me remite a una época y circunstancias en las que tuve la oportunidad de conocer y tratar, más o menos profundamente, a personas tan diversas y heterogéneas como apasionantes y enriquecedoras.
Era una etapa en la que los vericuetos y pliegues de mi nómada existencia me habían conducido a coprotagonizar el proyecto de relanzamiento de la mítica revista "Mundo Desconocido"; pionera y modélica en su género que había fundado años antes mi fraternal amigo y colega, el periodista, escritor e investigador Andreas Faber Kaiser, prematura, injustificada e inexplicablemente fallecido en marzo de 1994.
Poco podía imaginar entonces que me estaba adentrando en unos mundos realmente desconocidos, hollando el suelo poco firme y peligroso de las arenas movedizas que cubren lo mucho que se oculta en el subsuelo de lo cotidiano, conocido y visible.
Situado el contexto, me centraré en uno de esos interesantes personajes a los que antes me he referido y cuyo magisterio me ha enriquecido de conocimiento en varias ocasiones. Se trata de Josep Maria Fericgla, Doctor en Antropología Social y Cultural, así como Etnopsicólogo de larga y probada experiencia.
Tuve el placer de conocerle en 1994, cuando acababa de escribir su interesante libro "El bolet i la gènesi de les cultures"(El hongo y la génesis de las culturas) que disfruté en su texto catalán original y he releído recientemente en una edición posterior, traducida al castellano.
Sería pretencioso por mi parte definirle como amigo personal, aunque nuestra relación siempre fue cordialmente amistosa y debo a su generosidad la gran ayuda que me regaló, cuando en 2005 tuve que realizar un amplio reportaje periodístico sobre el culto del Santo Daime y su sagrado sacramento, la ayahuasca, de cuya psicoactiva sustancia enteógena Fericgla es un cualificado estudioso y experimentado conocedor.
A raíz de este último contacto, he seguido recibiendo información de los interesantes y útiles Talleres Vivenciales que el Dr. Fericgla organiza y dirige a través de su Fundación de Etnopsicología y estados expandidos de consciencia.
En un contexto cultural que vive de espaldas al fenómeno natural de la muerte y sufre profundamente por la certeza de la propia o por la de un ser querido, la experiencia que brinda este Taller Vivencial es casi imprescindible.
En palabras del propio Dr. Fericgla, es una vivencia completa y profundamente espiritual de desarrollo psicológico y existencial. Quien es capaz de enfrentarse a la muerte abre una incomparable y nueva dimensión de su vida basada en la aceptación profunda de uno mismo. Es un Taller de carácter catártico, que permite descubrir dimensiones insospechadas de la existencia, por el camino de descargar las presiones emocionales que nos condicionan. Por medio de un estado expandido de consciencia, cada asistente constata las causas que limitan su vida.
El propulsor de la catarsis es la Respiración Holorénica, controlada por ejercicios, músicas y sonidos altamente seleccionados. Ello empuja a los asistentes a una disolución creativa del ego, ayudando a descubrir el lugar exacto donde cada uno está atascado en la vida.
La Respiración Holorénica, metodología desarrollada por el propio Fericgla, induce un estado modificado de conciencia, equivalente al que producen las sustancias enteógenas, y ayuda a liberar miedos, bloqueos físicos y emocionales... a reconocerse, en definitiva.
Conozco el enclave donde se llevan a cabo los Talleres Vivenciales, Can Benet Vives, situado a 50 km de Barcelona, en el Parque Natural del Montnegre, y puedo asegurar que es el marco ideal para vivir un fin de semana sumergido en la experiencia descrita.
Una asignatura pendiente de preparación para enfrentarse con éxito al examen final al que todos estamos convocados.
Hay noches que siento en el alma el calor de otra cercana. Las caricias de imborrable recuerdo. El regalo de un ausente amor inesperado. Y mi universo se llena de luz intensa y húmeda.
Estoy sinceramente estupefacto. Mañana se cumplirá un mes de la noticia de que este "Rincón del Nómada" había alcanzado las 25.000 visitas, en sus trece meses de breve existencia. Lo que, para mí, era un récord de casi imposible superación.
Sin embargo, en este último mes, se han sumado 5.115 más, en el momento en que escribo estas gratificantes líneas... No me lo puedo creer. Habéis conseguido pulverizar la media precedente, dándome la enorme alegría de poner de manifiesto, con vuestra presencia y seguimiento, que no sólo no ha decaído el interés de mis aportaciones, sino que se ha aumentado considerablemente. Parece que he elegido un buen camino para llegar a mi rincón y pocas noticias podían hacerme hacerme más feliz.
Seguramente hay otros caminos, pero éste es el mío que comparto con mis amigos. (Foto de archivo)
Un millón de gracias a todos los que habéis hecho posible esas 30.115 visitas presentes con vuestra afectuosa y constante presencia.
Y, por supuesto, mi especial agradecimiento a quienes se han registrado como miembros seguidores, a todos los que se toman la molestia y el interés de expresar sus comentarios que enriquecen mis entradas, así como a los que marcan en el botón "G+1", aumentando con ello la presencia de mi modesto rincón en Google.
A todos correspondo con 30.115 besos y abrazos. Sois muy grandes. Gracias de corazón.
En fecha tan entrañable como el día de mi santo, el 4 de octubre, se cumple cada nuevo aniversario de la marcha de mi madre en su último y largo viaje, y ya son dieciséis en la fecha en que esto escribo.
Por circunstancias muy personales, me han visitado los recuerdos de algunos pasajes memorables, de los muchos que compartimos durante su vida a la que debo la mía. Uno de ellos lo representa este cuadro que pinté y regresó a mí, cuando ella se fue, descolgado de la pared de su comedor donde permaneció inamovible durante muchos años.
Se trata de una historia entrañable de femeninos celos maternos en quien, a pesar de haberme enseñado todo lo relativo a "lo que tira más que las carretas", no asimiló bien que robara tiempo a mi ocupada agenda de trabajo y estudios para pintar, a la moza que entonces era mi novia, un cuadro reproduciendo en dos dimensiones un arlequín de las famosas cerámicas de Lladró que hacía furor decorativo en aquellos tiempos de 1966 en los que yo apenas tenía 18 tiernos añitos.
No me hizo el menor comentario, pero su expresión al verme sumido en la tarea, era todo un discurso de "envidia" contenida. Consciente de ello, le pregunté si quería que le pintase algún cuadro para ella... Obviamente su esperada respuesta fue entusiasta y afirmativa. Lo que después me sorprendió y, por qué no decirlo, me abrumó bastante, fue su elección de una de las versiones de "La mesa de la cocina" de Paul Cézanne, de cuya obra se confesó enamorada. No pude por menos que pensar "¡Madre mía!", en la doble acepción que la ocasión justificaba.
Pero, un compromiso es un compromiso y con la madre de uno, era mucho más. Así que me dispuse a enfrentarme al reto que se me antojaba hercúleo y de dudoso alcance, dada mi escasez de tiempo libre y, sobre todo, a mi inexperiencia y bisoñez en lides de tal envergadura...
Y quiso la traviesa fortuna que, poco después, sufriese un accidente deportivo que me produjo una lesión por derrame del líquido sinovial en una rodilla, lo que me obligó a prolongada inmovilidad hogareña durante la convalecencia... Ya no tenía excusa ni escapatoria.
En consecuencia, armado de un cartón y un limitado surtido de tarros de témpera —apenas los colores básicos—, me puse manos a la obra y la imagen que hoy cuelgo en este rincón, es la de aquel cuadro que tanto emocionó a mi madre y que, anecdóticamente, firmé por primera vez como "Francisco", aunque ella nunca me llamó así.
No entiendo de poesía. De hecho, de casi nada y apenas un poco de cada. Olvidé la métrica, los tropos, sinécdoques y metonimias, todo eso que parecen enfermedades raras. Sólo entiendo un poco las metáforas, porque me fascinan los juegos de palabras.
Sin embargo, reconozco un buen poema cuando siento su música en el cuerpo y su letra me estremece el alma...
Y, para mis sentimientos, son excelentes los versos que conmueven mi espíritu y, emocionándome, humedecen mi mirada.
Los hombres suelen preguntar "¿Qué ocurre?" "¿Pasa algo?", cuando perciben un comportamiento extraño o inusual en una mujer con la que tienen relación. Se desesperan o quedan estupefactos, cuando la respuesta que reciben es un simple, irritante y escueto: "Nada".
La clave para comprender esta, en apariencia, incongruente respuesta no está en los tópicos al uso. La respuesta puede ser correcta y certera en muchos casos.
La cuestión es que el hombre inquiere por las causas de la situación y la mujer responde con los efectos.
Y lo realmente inquietante es que lo que pasa es... "NADA".
En el ámbito de los pequeños grandes placeres a mi alcance, pocas cosas pueden competir con saborear una cerveza fresca, rubia o tostada, con buen cuerpo y bien tirada con ese punto exacto de presión; especialmente en un momento de acaloramiento y sed extrema. Su mera evocación mental me hace gozar hasta el éxtasis, paladearla puede llegar a ser indescriptible. Una auténtica pasión.
Pero, una vez más, toda moneda tiene dos caras y, como inevitable contraposición, también pocas cosas son tan desagradables como el efecto devastador que produce la pérdida de la espuma y la presión, así como el cambio de la deliciosa temperatura inicial, cuando ello sucede, resulta frustrante y muy lamentable... Todo parecido con la sensación inicial desaparece.
Por lo general, evito que ocurra tal sacrilegio, porque llegado a ese punto, esa cerveza puede volverse irrecuperable. Lo malo es que, a veces, depende de causas ajenas a la propia voluntad.
¡Cómo me apetecen unas gratificantes cañas en su punto!
Escena de la película "Barbarella" con Jane Fonda como protagonista
Corría el final de los años sesenta, cuando mi querido y recordado amigo Ramón Osete me abrió las puertas del paraíso de su ingente comicteca y descubrí la historia de la erótica "Barbarella" creada por Jean Claude Forest, mítica y erótica heroína de papel que fue hecha carne de deseo en la gran pantalla por Roger Vadin en 1968, con una bella, joven y, actualmente, casi candorosa Jane Fonda.
Uno de los principales personajes que acompañan a Barbarella en sus sexaventuras es el tierno y algo patético Pygar, un atractivo ángel ciego que, con la vista, ha perdido la seguridad en si mismo y olvidado volar. Finalmente, los encantos de Barbarella y el deseo de ayudarla en su lucha, le llevan a recuperar sus perdidas facultades y al previsible premio que ella le otorga.
No sé por qué, hoy me ha venido esta historia a la cabeza, pero me ha parecido una bella metáfora de la importancia de recuperarse a uno mismo, sea por lo que sea.
Champollion comenzó a desvelar el misterioso lenguaje de los jeroglíficos del Antiguo Egipto, a partir de la famosa "Piedra de Rosetta" en la que se reproduce el mismo fragmento de texto en las tres formas de escritura vigentes en la época ptolemáica: griego, demótico y jeroglífico.
En mi afán irreductible de investigador de los significados entre el lenguaje femenino y los conceptos que pretenden transmitir... u ocultar, sigo buscando, incansable e inasequible al desaliento, esa otra ignota "Piedra de Rosetta" que me aporte las correlaciones entre el "latín" que todas nacen sabiendo, el verbal que muestran y el metalenguaje crípticogestual con el que maquillan los arcanos insondables de su mente.
Siempre he sostenido que, salvo excepciones que las hay en ambos sexos, el flujo de
energía que genera la atracción sexual sigue direcciones diferentes y
contrarias en los hombres y mujeres heterosexuales.
Por regla general, al
menos en mi observación empírica, en los hombres suele originarse el
estremecimiento erótico, o erógeno, en la zona genital y asciende hacia
el corazón, llegando rara o distorsionadamente al cerebro.
Sin
embargo, en las mujeres, acostumbra a suceder exactamente lo contrario.
El estímulo inicial de atracción se dispara en el cerebro, descendiendo,
en un recorrido más o menos rápido, hacia el corazón para finalizar su
trayecto estimulando los genitales y otras zonas erógenas.
Es muy
posible que sea la consecuencia zooantropológica de los instintos
ancestrales que rigen todos los celos y apareamientos de los animales
para la mejor perpetuación de la especie. Los machos persiguen copular
con cuantas más hembras mejor, no por promiscuidad, sino para aumentar
las posibilidades de mantener y aumentar su estirpe, mientras que las
hembras están más preocupadas por seleccionar el macho más apto --más
fuerte, inteligente... más poderoso, en definitiva-- para optimizar la
herencia genética. Los matices son una cuestión cultural.
Libro citado
Y, de nuevo, al hilo de esta reflexión, me viene a la memoria una frase genial de la novela "El club de las amantes impacientes" de mi amigo Diego Armario que éste pone en la boca de una de las mujeres que componen el orgásmico coro sexual del protagonista.
—"Me has follado las neuronas". (pág. 167).
A mi juicio y tal y como la define el propio escritor en la misma secuencia, es la "frase más definitiva y absolutamente seductora" que una mujer puede susurrar a un hombre antes de irse a la cama con él... O, por lo menos, a cierto tipo de hombres.