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Albert Pike y Giuseppe Mazzini |
La reciente lectura del último volumen de la trilogía "The Century" de Ken Follet, El umbral de la eternidad, que finaliza con la caída del Muro de Berlín, así como los dramáticos acontecimientos recientes relacionados con el terrorismo islámico, me han inducido a correlacionarlos con una antigua historia que duerme en mis archivos del pasado y que posiblemente no es nueva para muchos de los visitantes de este rincón. Para ellos, mis disculpas por el "déjà vu".
De hecho, yo disponía de la información que hoy resumo aquí, desde hace más de 20 años, pero no fue hasta el 2004, cuando la incluí en un artículo que se publicó en la revista de investigación y divulgación
XPLORA MUNDOS, actualmente desaparecida de los quioscos.
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Símbolo citado |
La materia general que abordaba en aquel reportaje con el título
La otra cara de Wahington, era el, ahora muy conocido y tratado, tema del símbolo de la pirámide truncada que aparece impreso en el dorso de los billetes de 1 dólar norteamericano y que, inevitablemente conduce a la hermandad de los
Illuminati de Baviera fundada por
Adam Weishaupt en 1776, ya que el mencionado grabado, así como las leyendas latinas que incluye, fue su símbolo y emblema.
Mucho se ha escrito sobre la hipotética pervivencia de la orden, supuestamente luciferina (*), de los
Illuminati, debido a su integración con la masonería especulativa con el objetivo de utilizar su poder, estructura y organización para sus propios fines ocultos que se sintetizaban en la abolición del cristianismo y el establecimiento de un
"Nuevo Orden Mundial", a través de la anarquía y siguiendo el largo y paciente camino de quienes son capaces de diseñar proyectos para la historia, conscientes de que su propio tiempo personal es secundario. Para hacer sus planes viables, tenían que hacerse con el control absoluto de la Masonería mundial, cuyos miembros ocupaban los peldaños más elevados del poder e influencias en el mismo.
No es el objetivo de estas notas abordar extensamente esa interesante y controvertida materia. Se menciona sólo a título de introducción orientativa, porque los dos personajes protagonistas de lo que hoy se trata aquí, fueron destacados miembros de alto grado de la rama masónica en la que estaban integrados los
Illuminati en la segunda mitad del siglo XIX.
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Adam Weishaupt |
En ámbitos habitualmente bien informados, se dice que en la Biblioteca del londinense
Museo Británico se conserva una interesantísima prueba documental, contenida en la correspondencia que componen las cartas cruzadas entre
Albert Pike y
Giuseppe Mazzini, dos eminentes maestros masones de su época, así como cualificados miembros de la cúpula de los
Illuminati fundados por
Weishaupt. El contenido epistolar dista mucho de ser un simple intercambio de contactos privados entre dos amigos correligionarios. En esa documentación se expone con todo detalle un plan, ambicioso y preciso, en el que se diseñan,
con más de cuarenta años de antelación del comienzo de la primera
Gran Guerra,
tres grandes guerras mundiales, orquestadas como instrumentos al servicio de los objetivos finales de los
Illuminati.
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Coronel Carr |
Entre los documentos citados se encuentra una carta, fechada el 15 de agosto de 1871 y difundida por el oficial de Inteligencia de la Armada Real canadiense
William James Guy Carr (1895-1959), en la que
Pike comunica a
Mazzini que la
Primera Guerra Mundial debía ser provocada para que los
Illuminati pudiesen derrocar el autárquico poder imperial de los zares y convertir a Rusia en el más firme bastión del comunismo ateo. Para activar esta guerra -continúa el plan contenido en la carta-, los agentes de de los
Illuminati fomentarían las divergencias entre el Imperio Británico y el Germánico; asimismo se aprovecharía la confrontación entre el pangermanismo y el paneslavismo. Finalizada la guerra, se debía construir la sólida y expansiva estructura del comunismo para utilizarlo como herramienta de destrucción de otros gobiernos no ateos y para debilitar las religiones.
En los mismos documentos, se plantea que la semilla de la
Segunda Guerra Mundial sería sembrada en el fértil terreno de las diferencias entre fascistas y sionistas políticos -no confundir con los judíos-, con el fin de que creciese el árbol de la guerra que destruiría al nazismo y reforzaría el sionismo. El fruto final a cosechar sería el nacimiento y establecimiento del Estado soberano de Israel en Palestina, con el consenso y apoyo del mundo occidental. El plan establece que, durante la
Segunda Guerra Mundial, se debía edificar una sólida
Internacional Comunista con la robustez y consistencia suficientes para equipararse al todo el conjunto cristiano. Alcanzado este objetivo, habría que contenerla y mantenerla durante el tiempo necesario para llegar hasta el día en que se necesitase su empleo en el cataclismo social final.
Los objetivos finales de las dos primeras Guerras Mundiales habrían sido logrados como resultado de la rigurosa planificación diseñada, hace más de 140 años, y su eficaz posterior ejecución, con la precisión de un sofisticado mecanismo de relojería.
La historia conocida del siglo XX nos permite constatar cómo se han cumplido rigurosamente los diseños de las dos primera Grandes Guerras, incluso con el período de la "Guerra Fría" que algunos estudiosos han considerado la Tercera, mientras que parece más probable que haya constituido la herramienta más idónea para la contención y mantenimiento del poder del comunismo durante el tiempo que ha sido conveniente para el gran plan trazado por
Pike en 1871. No olvidemos que el desastre económico de la mala gestión de recursos del lado soviético del
Telón de Acero, fue soportado durante muchos años gracias a la financiación aportada por el capital occidental, sin olvidar que la gran banca estaba y está en las manos oligarcas de familias sionistas.
Pero veamos lo que
Pike planteaba a
Mazzini sobre la
Tercera Guerra Mundial en la segunda mitad del siglo XIX y, sobre todo, leámoslo desde la estremecedora posición mental de que no se trata de las crípticas profecías de Nostradamus, sujetas a interpretación más o menos fiable, sino de un verdadero y concreto plan estratégico y táctico a largo plazo que debía ser ejecutado, muchos años después, por parte de la organización internacional de los
Illuminati, dedicando a ello el enorme poder de sus ilimitados recursos.
Respecto a la
Tercera Guerra Mundial,
Pike le expone a
Mazzini en su citada carta, que deberá ser generada a partir de
promover la exaltación de las diferencias entre el sionismo político y los dirigentes del mundo musulmán.
La guerra se orientará de tal forma que el
Islam y el
Sionismo político(**) se destruyan mutuamente. Entretanto, las otras naciones, divididas una vez más, se verán obligadas a entrar en la lucha y combatir hasta el extremo de agotar sus recursos físicos, mentales, espirituales y económicos...
"Desataremos a los nihilistas y a los ateos y provocaremos un enorme cataclismo social que, en todo su horror, mostrará claramente a las naciones el efecto del ateísmo absoluto, origen del salvajismo y de los más sangrientos desórdenes..."
Al final de la
Tercera Guerra Mundial, quienes persiguen la completa dominación del mundo provocarán el mayor cataclismo social jamás conocido en la Historia, para exterminar simultáneamente al cristianismo y al ateísmo y ofrecer a las multitudes desesperadas y desorientadas el faro de salvación de
"la verdadera luz, a través de la manifestación universal de la doctrina pura de Lucifer (*)".
Por increíble que parezca, es inevitable identificar la programación aquí resumida y comunicada por
Pike en 1871, con las realidades consumadas en las dos Primeras Guerras Mundiales, así como con la situación internacional que estamos viviendo desde la caída del Muro de Berlín y el final de la "Guerra Fría".
Tal y como ocurrió posteriormente con el libro
Los Protocolos de Sión, la información precedente, difundida por el mencionado
Coronel Carr en los libros que escribió, fue tildada en muchos ámbitos de falsas teorías paranoico conspirativas, sin concederle otro fundamento que su fervor cristiano y su consecuente fobia a la masonería. Aceptamos pues, como tributo a un intento de objetividad, esa posible hipótesis. Empero, no podemos dejar de observar que
Willian James Guy Carr falleció en 1959 y el mundo en ese año asistía a la visita del presidente norteamericano
Dwight "Ike" Eisenhower a España; el mismo año en el que
Fidel Castro tomó el poder en Cuba tras el triunfo de su revolución; la misma fecha histórica en la que las fuerzas comunistas de
Vietnam del Norte entran en Laos; el año en que se forma en España la banda terrorista
ETA; el momento en el que la Unión Soviética estaba dirigida por
Nikita Jrushchov, liderando la carrera espacial con el lanzamiento del primer satélite artificial
Sputnik 1 y conseguir la hazaña de llevar por primera vez un ser vivo al espacio exterior: la perra
Laika...
Es evidente que aquél era un escenario geopolítico ni remotamente parecido al del siglo XXI. Por ello, si aceptamos la hipótesis de que todo lo precedente es fruto de la imaginación de
Carr, sólo podemos concluir en que debía ser un gran vidente premonitorio capaz de anticipar los acontecimientos de confrontación de Occidente con el Islam que se han venido produciendo en progresión geométrica, desde la caída del régimen imperialista del
Sha de Persia en 1979 y el triunfo de la
Revolución Islámica iraní encabezada por el clérigo fundamentalista
Ayatollah Jomeini.
Como siempre, el tiempo será el inexorable y fehaciente notario de esta historia.
FRM [2004, actualizado]
(*) Para comprender adecuadamente la referencia a Lucifer, el "portador de la luz", hay que aceptar que, en este contexto, no tiene nada que ver con el arquetipo maligno creado por la imaginería del cristianismo y la Iglesia Católica. Para los Illuminati, estaba o está considerado una deidad pagana protectora anterior al cristianismo y muy próxima a los hombres, a quienes habría enseñado el conocimiento de cuanto se precisa para ser la especie suprema capaz de dominar el mundo.
(**) Entiéndase que cuando se habla de "Sionismo político", no se trata de ninguna referencia al Estado de Israel, ni a la religión judía, aunque puedan darse conexiones inevitables. El concepto de sionismo político y, cabría añadir, económico, transciende a lo mencionado y se imbrica con las raíces más profundas y menos visibles de los conflictos de la Humanidad.